Eucaristía

San Isidro de Dueñas

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Creo que era al final de la década de los sesenta. Me tocó en varias ocasiones viajar por la carretera de Burgos - Valladolid. Allí, en un vergel próximo al cruce de Palencia, se encuentra el monasterio cisterciense de San Isidro. Invita a las almas de fe a entrar, y gozar en el espíritu de un alto en el camino con la presencia real de Jesús en el sagrario. ¡Mañanas primaverales, llenas de sol y melodía de las aves! Abría yo la puerta, y en un ángulo recóndito, cual humilde publicano, veía un mes y otro, a distintas horas, a un hombre ya maduro, absorto en adoración eucarística.

- Lleva varios años así; me decía un monje, cuando le pregunté. Y nadie sabía quién era, ni de dónde provenía. Allí llegó. Vivía pobremente en una casa, pero permanecía horas interminables en este hogar de las almas. Y esto admira. Pero debiera ser tendencia habitual en mí y en ti, querido amigo cristiano. Porque la Eucaristía es el gesto de un Dios que se entrega a nosotros. Debiera ser la postura del hombre solitario, nuestra réplica a tanto amor; nuestra convicción a la necesidad que el Reino de Dios tiene de oración; nuestro manantial de fuerzas para seguir entregándonos a nuestros semejantes. ¡Alma de todo apostolado!

Señor, auméntanos la fe; acrecienta nuestro deseo. Que, si no podemos como el ermitaño de Dueñas, ser lámpara viviente en adoración continua, al menos nos arrastre el imán de tu amor sacramentado. Porque la solución para salvar un mundo alejado de Dios, está en las almas eucarísticas.