Eucaristía

Comunión: la vida del Apóstol

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Jesús oculto bajo las especies de pan es, desde mi juventud, la razón de mi existencia. Él me sostiene y me guía; Él me da fuerza e ilusión; Él me acoge en mi debilidad; escucha mis súplicas por la salvación del mundo; enardece mi espíritu para que difunda con celo esta gran verdad ignorada por tantos: "En medio de vosotros estoy, aunque no me hagáis caso". ¡Pero la indiferencia se ha de transformar en fervor!

Todos los días se eleva el sol brotando de las tinieblas, y abre las flores y alegra el corazón de los vivientes, porque la luz y el calor mantienen la fuerza de la naturaleza y dan la vida. Todos los días levanta el sacerdote la Hostia Santa desde la penumbra de nuestros altares, y se llena de gozo el corazón de los cristianos, porque la Eucaristía es amor de Dios a los hombres, y este cariño divino nos alimenta, y engendra en nosotros la resurrección y vida eterna. ¡Y nosotros hemos de ser conscientes de esta maravilla!

El sacrificio de la Eucaristía significa la entrega a Dios de su Hijo muy amado, inmolado en el altar, víctima de valor infinito, propiciación de los pecados. Únete conmigo a este sacrificio incruento. Con Él, por Él, y en Él, hemos de salvar al mundo. La comunión transforma nuestras almas, anula nuestras miserias egoístas, nos da temple de apóstoles y heroísmo de mártires.

Aquellos primeros cristianos fueron hombres como nosotros, pero se dejaron transformar en la Comunión, y así extendieron su fe y entregaron su vida.

Señor, que la comida de tu Cuerpo y Sangre obre en nosotros el cambio total de actitud: como en nuestros mártires primitivos. ¡Seremos los testigos de tu Eucaristía!