Eucaristía

En el año nuevo

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Todo el firmamento se encontraba cuajado de estrellas, palpitando en centelleo de temblor sideral. Me asomé a la ventana en el año nuevo pasado, después de escuchar las doce campanadas y dar gracias al Señor. Luz entre sombras. ¡Qué inmenso el Creador en una noche sin bruma! ¡Que misterios de grandeza disfrazados en tenue parpadeo de luz!

No sé cómo, enseguida voló mi corazón hacia el Sagrario: la inmensidad del amor del Altísimo, mayor que el fuego de las estrellas, pero más disimulada que esas aparentes chispitas en la noche serena.

Cristiano, deja, deja penetrar la alegría segura en tu corazón; los mismos ángeles te envidian: que Cristo se ha hecho pan para ser alimento tuyo, no de ellos. Que Jesús envía a su luz de misterio como pléyade de estrellas en el firmamento, porque serías incapaz de resistir la luz potente de su resplandor infinito.

Alégrate, sí, y obra en consecuencia; acércate a ese manantial de luz y fortaleza en este primer día del año; lo vas a necesitar cada jornada. Hazlo de una manera consciente. Si alegría es posesión de un bien, ¿podría haber mayor gozo que identificarse con el mismo Bien absoluto? Somos recreados por el mismo Dios al hacerse El uno de nosotros en el abrazo de la comunión. Desde aquella noche del primer Jueves Santo, el hombre no puede permanecer triste. El Señor, el Fuerte, está entre nosotros en el Sagrario, y nos robustece en la comunión.

¡Contigo permaneceremos, Señor, todos los días de nuestra vida!