Eucaristía

Conversión Eucarística

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Amigo, tal vez lamentas la tibieza en que has caído a lo largo de los años de tu madurez. Conservas la fe, aunque algo mortecina, mantienes la esperanza, porque es vital para ti; la caridad ha menguado mucho porque apenas formulas estos actos de amor ardiente de los años de tu conversión. La rutina es carcoma perniciosa de la verdadera piedad; a través de ella, poco a poco, se va cayendo en la tibieza. ¡Aléjala de tu vida!

Tal vez el comienzo de tu conversión se logró junto a la puerta del Sagrario. Casi todos recordamos con añoranza diálogos íntimos de los días de nuestra entrega. Junto a la misma fragua eucarística retornará el ardor de una nueva conversión. Basta con hincarnos de rodillas y ponernos a tiro del Arquero Divino. ¡Tiempo de cuaresma, hermoso para la segunda conversión, la eucarística!

¡Comenzar con una buena confesión! Y si esto no te sale del alma, invoca antes el auxilio de María; pídele al Padre por medio de ella y de su Hijo. Renacerá, sí, ese fervor de la madurez que nadie ya podrá arrebatar.

Pero es necesario calentarse todos los días junto al Sacramento del Amor. Y unirte a El a cada hora con una jaculatoria, un acto sencillo de amor, un santo deseo: "¡Sagrario bendito donde se esconde la plenitud de nuestro amor; a ti volarán los encendidos afectos de nuestro corazón!"