Eucaristía

Comunión sosegada y agradecida

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Me gusta escuchar a personas llenas de amor eucarístico; es un placer. Me encanta oír consejos como éste: - Huye amigo de la ingratitud; cobíjate en el amor a Jesús que te espera en la comunión; prolonga tu estancia con Él después de la Misa en el reposo sosegado de una acción de gracias sincera y detenida. No hagas como tantos que se acercan al comulgatorio, sí, en estado de gracia, pero huyen después del templo con prisa y sin amor ni agradecimiento. Tú has de recogerte en unión íntima con el Divino Maestro; has de mantener con Él una conversación íntima. Aun cuando la asamblea eucarística haya sido despedida con el "Podéis ir en paz", permanece tú allí un rato en alabanza privada a tu Señor y Dios, dueño del cielo y de la tierra.

Qué buena costumbre la de un amigo sacerdote: durante tres o cuatro minutos después de la comunión, hace sonar por los altavoces del templo suaves melodías bien escogidas que ayudan a los fieles a recogerse interiormente, en adoración silenciosa o en petición confiada.

Centrarse en el misterio; rezar despacio el "Alma de Cristo" (1) el Padre Nuestro; el "Miradme oh mi amado y buen Jesús" (2) que tantas indulgencias tiene.

Tu comunión sea amorosa y reposada. Recuérdale a Jesús que tú quisieras compensar con amor tantos pecados, tanta frialdad al Sacramento; tantas faltas contra el honor de Dios o desprecio del prójimo. Reparación; adoración; agradecimiento. Señor, todo para ti, para tu honor, para tu gloria.

(1) ALMA DE CRISTO:

Alma de Cristo, santifícame. - Cuerpo de Cristo, sálvame. - Sangre de Cristo, embriágame. - Agua del costado de Cristo, lávame. - Pasión de Cristo, confórtame. - Oh buen Jesús óyeme. - Dentro de tus llagas, escóndeme. - No permitas que me aparte de ti. - Del maligno enemigo, defiéndeme. - En la hora de mi muerte, llámame. - Y mándame ir a ti. - Para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.

(2) MIRADME OH MI AMADO Y BUEN JESUS, postrado ante vuestra santísima presencia, os ruego con el mayor fervor que imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad; verdadero dolor de mis pecados y firme propósito de nunca jamás ofenderos. Mientras que yo, con el mayor afecto y compasión de que soy capaz, voy considerando vuestras cinco llagas, comenzando por aquello que de Vos decía, oh Dios mío, el santo profeta David: "Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos".