Eucaristía

Así te siento, así te ansío

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Llego a un pueblecito pequeño. Un niño me ve pasar. Camino con botas grandes, sudor en la frente, bastón de cayado para apoyar mi paso, después de la excursión por la montaña. El chaval se asusta. Corre a su casa y se arroja en los brazos de su madre, que observa desde el umbral de la puerta. Y me viene a la mente, envuelto en la paz rural, este pensamiento: ¡Bella imagen del sagrario para el alma del cristiano ferviente! Seguridad ante el peligro; refugio en los brazos más tiernos; casa materna donde desaparecen preocupaciones, zozobras y disgustos.

La naturaleza entera me ofrece siempre el símil perfecto de la Eucaristía: el pájaro acurrucado en el nido; la abeja laboriosa unida a su colmena; el manantial de agua clara y remansada... Así ha de estar mi alma junto al sacramento: limpia, sosegada, unida, recogida.

Señor, tú eres nuestro refugio perfecto en la el trayecto arduo de la existencia: "¿Quién me hará temblar?"

Tú eres, Jesús, el punto de partida en nuestras empresas y proyectos, y la meta adonde convergen ideales y tareas de apóstol. ¡Señor, siempre estás con nosotros! Tú eres el norte de nuestra brújula; el motor que pone en movimiento nuestros planes de pastor.

Si en el caminar diario nos encontramos con hambre, en ti reparamos nuestras fuerzas. Y "como ciervo sediento tras las corrientes de agua, así suspira mi alma por ti, Señor". Tú eres para nosotros como el agua para el pez; rayo de luz en la noche oscura; césped fresco para el rebaño.

Así te siento; así te ansío, así, Señor, quiero estar contigo ahora y en la vida eterna.