Eucaristía

Eucaristía, un mensaje de reparación

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

 

 

POESÍA EUCARÍSTICA

Como todos los años han puesto en la pequeña pantalla de la distracción las apariciones de Don Juan Tenorio; y a muchos les han relajado, no sé si en el buen o en el mal sentido, las bellas simplezas del ingenio humano.

Otras apariciones se nos han contado a lo largo de este siglo, y apenas hay un puñado de almas nobles que les presten su atención. ¡Y qué belleza muestran y qué acordes están con la verdad revelada!

Un mensaje sobre reparación eucarística fue comunicado por el Ángel de la Paz a los pastorcitos de Fátima hace algo menos de 90 años y Nuestra Señora lo confirmó el 13 de mayo de 1917. Ya sé que no es obligatorio creerlo, porque se trata de una revelación privada. Pero es tan acorde con nuestro dogma sacrosanto que merece ser considerado.

Fue un ángel quien comunicó a los videntes: "Santísima Trinidad, os ofrezco el precioso cuerpo de Cristo presente en todos los sagrarios del mundo en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencia con que es ofendido..." Y luego añadió: "Haced reparación de los crímenes, y consolad a vuestro Dios".

¡Reparar! Es remediar un daño causado por sí mismo o por otros. Es cierto que Dios no necesita nada de nosotros. Es eternamente feliz. Pero la Segunda Persona de la Trinidad se hizo hombre; padeció por nuestros pecados; sufrió cruel pasión para salvarnos; y nosotros podemos ahora ayudarle en el tiempo, pues El recibió entonces la ayuda que ahora le íbamos a ofrecer nosotros. Por algo decía San Pablo: "Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo que es la Iglesia". (Col. 1,24)

Reparar a Cristo Eucaristía con oración, con sacrificios, con amor a El, con caridad entrañable hacia nuestros hermanos. Que hoy parece que se está olvidando este tipo de oración, y es el gran resorte de las almas enamoradas.



ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN

Rendido a vuestros pies, oh Jesús mío, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorable corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar. Mirad, que soy muy rudo, oh soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas para luz y guía de mi ignorancia. Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad.

De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis, cuando con tan tiernos acentos dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: "Venid a mí, aprended de mí, pedid, llamad." A las puertas de vuestro Corazón vengo, pues, hoy; y llamo, y pido, y espero.

Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dame en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.