Eucaristía

La puerta

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

 

 

POESÍA EUCARÍSTICA

¡Qué suerte la conversación con un amigo fervoroso: alguien que sepa iniciar o seguir una conversación de amor eucarístico! Así me lo comentaba con la ilusión de un recién convertido y con la madurez de un adulto en la fe:

"¿Recuerdas aquella canción de nuestros años de seminario?: "La puerta del sagrario, ¿quién la pudiera abrir? Jesús, entrar queremos, llegar a ti"". Y se detenía como saboreando cada una de las palabras. 

Nos daban una santa envidia nuestros compañeros mayores, los diáconos que abrían ya la puerta del sagrario y comentaban después la gran emoción de aquellos instantes.

"La puerta, fíjate qué es una puerta; es la acogida amable cuando en tu casa entra un amigo. Jesús nos abre la puerta. ¡Quiero morar contigo!... La puerta, cuando la cierras en tu casa para ir al Sagrario, para comulgar en la Misa. Cuántas puertas vas abriendo antes de llegar al templo: el armario para coger tu ropa de abrigo, la habitación para salir, la de la casa, el portal. Cada una de ellas es un acto de amor, un deseo de llegar cuanto antes a la cita del gran Amigo. Es una preparación inmediata para acercarte al Sacramento eucarístico. ¡Las puertas! Hasta que tus manos empuñan el pestillo de la iglesia, y has ido penetrando "más adentro en la espesura" de este cariño sin par. Y aquí estás junto al Sagrario."

Señor, ¿quién pudiera abrir la puerta del Sagrario para adentrarse contigo? ¿Quién pudiera levantar la cobertura del copón, la apariencia del pan... y contemplar tu rostro Señor, para vivir fundidos en un amor todos los días de nuestra vida y hasta la eternidad?

Me viene al pensamiento la exclamación de aquel amigo, diácono de antaño, que al abrir la portezuela del tabernáculo, exclamó: "¡Me encontré frente a frente con El!"

La fe me transforma, Señor, el amor me une a ti. Me quedaré siempre contigo. Abre ahora tú la puerta de mi corazón, y dame fuerza al salir de este encuentro para difundir por todas partes tu gran bondad y amor.



ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN

Rendido a vuestros pies, oh Jesús mío, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorable corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar. Mirad, que soy muy rudo, oh soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas para luz y guía de mi ignorancia. Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. 

De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis, cuando con tan tiernos acentos dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: "Venid a mí, aprended de mí, pedid, llamad." A las puertas de vuestro Corazón vengo, pues, hoy; y llamo, y pido, y espero.

Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dame en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.