En el ameno huerto deseado

Te busco: tu me atraes, Señor

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                     

 

Tú me atraes, Señor, como luz de verano a las mariposas nocturnas. Tú me cautivas, Padre. Llamas a mi puerta con el susurro del acontecer diario; con la luz clara de libros del espíritu; con el gemido intenso de la brevedad de la vida.

¿Por qué a mí? - Yo me pregunto. ¿Qué mérito existe en mi persona? Busco tu rostro, Señor, y no siempre lo encuentro. Pero más tarde me conduce tu mirada en la encrucijada de cada instante. Unas veces en la oscuridad de la fe; con frecuencia en el dolor; en ocasiones con la caricia de u consuelo paternal. Siempre me seduces, Dios mío, desde los días de mi juventud.

¿Por qué a mí? ¿Por qué otras personas, mejores en su actuación y más brillantes en su inteligencia no son arrebatas hacia la altura, y yo, el más indigno de todos, me encuentro solicitado por tu divinidad? Me lleno de confusión, Padre. Quisiera esconderme en lo profundo de las cavernas. Siento rubor por el abuso de mi resistencia. Lloraría mi extravío como los grandes penitentes de la historia. "¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?"

Caía la tarde. Ya el sol dibujaba en el camino la silueta de los álamos y acacias. Y escuché una voz suave, insinuante, como susurro de las hojas del árbol, movidas por brisa de primavera: " Camina; no dejes de caminar. Mañana alguien se puede fijar en tus huellas."