En el ameno huerto deseado

¿También los buitres?

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                     

 

Recuerda, amigo del "Ameno Huerto" lo que antaño te decía: "Mira las aves que vuelan por las alturas: no caen en la trampa ni sucumben a manos del cazador." Las he visto muchas veces. El sonido del batir de sus alas es suave, como crujido de sedas. Planean majestuosas elevándose, hasta desaparecer entre las nubes. Las había contemplado con frecuencia y casi en éxtasis. Mi alma se ha elevado, siguiendo su trayectoria: "¡Ir tras ti, Señor, aspirar las cosas de arriba como las aves del cielo!"

Pero un día, querido hermano, me sucedió algo extraño. Vi de cerca a mis grandes aves idealizadas: ¡estaban en un cementerio de animales comiendo carroña! ¡Aquellos mis majestuosos planeadores eran buitres! Ellos se avergonzaron al ser observados. Ocultáronse detrás de unos arbustos como Adán después del pecado de origen. Señor, dije entonces ¿será éste nuestro sino?: elevarnos al cielo como ángeles en añoranza de acompañar a su Dios... y más tarde descender a la tierra, no para reponer fuerzas de ave solitaria, sino, como animal carroñero, para revolcarse en el placer de los sentidos o en devorar al personaje débil. ¿Será la imagen del buitre el espejo de nuestra existencia?

Yo no sé responder a esta pregunta. Ahí la dejo. Solo quisiera que dijeses con Juan de la Cruz: "Subí tan alto, tan alto, que dile a la caza alcance." Y allí, en las alturas, jamás te dejaré, Señor. Porque, si mis pies están en la tierra, mi corazón contigo habitará en el cielo.