En el ameno huerto deseado

Retorna a las fuentes

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Alguna vez lo has sentido en el fondo de tu alma. Quizás en los ya lejanos días de tu primera conversión.

El Señor quería atraerte con fuerza a su intimidad y tocó tu corazón. Y derramó sobre él su amor como brisa prolongada y tibia en día de calor seco.

Y exclamabas: ¡Un Dios tan grande y santo se acerca a mí y recrea mi espíritu... A mí tantas veces de él separado!

Tu mente se adhería al Todo Poderoso en abrazo que jurabas eterno. En silencio amabas y te dejabas acariciar por su mano de Padre. ¿Quién te separaría del amor de Cristo?

Durante días enteros hubieras deseado permanecer en el templo junto al Altar, animado en celestial coloquio. Las horas transcurrían serenas y veloces; los días parecían de eterno paraíso: Mañanas de Tabor; tardes de Betania.

No disponías de las fortunas de este mundo. Todo lo material y monetario lo juzgabas como basura. Olas suaves de amorosos sentimientos envolvían tu existencia. Conocías por gratificante experiencia al Dulce Huésped del alma.

¿Qué no hubieras hecho entonces?

Y lo hiciste.

Aquellas aguas de limpio manantial se han dilatado en río caudaloso. Regaron tierras áridas y en ocasiones estallaron en fuerza y fecundidad, que anunciaba a todos una primavera de Dios.

Tu vida no ha sido estéril.

Pero es preciso retornar a las fuentes de agua pura. A la vera de tu camino ha dispuesto el Señor manantiales que fluyen de las altas montañas, para refrigerio de tu alma ya cansada, para alivio de un peregrino, que gusta de remansos de paz y Eucaristía.

Debes permanecer largos ratos en el silencio interior. Quien es Eterno te inundará de nuevo con su presencia. Y te comunicará en la soledad los proyectos de su obra. Que su Reino en este mundo es tu misión y debes permanecer solícito para extenderlo hasta los más remotos lugares