En el ameno huerto deseado

Entremos mas adentro, día de las angustias

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Hoy, Señor, parece que todo me sale mal. Aquellas nubes cárdenas han descargado rayos y truenos contra mí. La lluvia de tormenta devastadora anega mi alma. No veo los horizontes risueños de mi vida juvenil.

Parece, Señor, que todo me sale mal. Soñé en mi adolescencia, como José, en gavillas inclinadas hacia mí y en estrellas adornando mi conducta. Hoy me hallo ignorado de todos, envuelto en las tinieblas silenciosas del olvido. Nadie ya se acuerda de mí.

Mi existencia entera iba a ser un vuelco generoso de ayuda al indigente y desvalido. Algo he ofrecido, pero con medida y cálculo. El cansancio redujo la fuerza de mis brazos y el empuje de mi ánimo interior. Siento la peligrosa tendencia a la propia compasión. Saborear la amargura íntima encierra siempre un morboso placer.

No busco por instinto la alegría. Me tienta el deseo sórdido de arrebujarme en la butaca y permanecer pasivo horas interminables junto al televisor y el cigarro.

La ingratitud de quienes ayudé, acabó de helar la fuerza de mi espíritu. Pero escucho, Señor, la voz de tu palabra:

- Es hora de levantarse del sueño. Sal fuera.

Y dejaré mi angustia en los rincones del olvido.

Ahora voy a entregarme con ánimo generoso. ¿Qué importa mi tristeza o alegría? ¿Qué más da? Lo único necesario eres Tú, mi Dios y mi Salvador. Que tu nombre sea conocido. Que todos los pueblos te alaben. Que reines en toda la tierra. Que aumente la bondad de los humanos: ¡un mundo mejor!

Voy a darme aun sin ganas. El ánimo ya volverá algún día. Ignorar mis penas existenciales. Más sufriste Tú, Señor. Más sufre quien ni alimentarse puede. Me entrego, sí, con más fuerza en lo humilde de mi profesión diaria; en el quehacer doméstico; en la ayuda sencilla al necesitado de amor. Aprovecharé mis horas porque la vida es breve y la mies abundante. Y si el obrero duerme, ¿quién trabajará?