En el ameno huerto deseado

Elévanos Señora

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Ha llegado mayo. Las flores de los campos y el aire azul de primavera evocan a María. ¡Elévanos, Señora!

Oscura es nuestra fe. Como "rastrera" mi amigo la apreciaba: tocando la materia. ¿Cuándo me levantaré hacia lo alto? Nubes plomizas cubren con frecuencia la nitidez del cielo. Caminaba mi alma a paso lento en consideraciones de amor a la Virgen, nuestra Señora, y deseo de escalada en pura fe. A nivel de suelo vi arrastrar su ingente fuselaje a un avión para desplegar de allí y lanzarse a las alturas. ¡Ingenio humano, imagen de trascendencia! ¡Emprende tú también el vuelo!

Es María nave divina, surcando aires y tormentas. Con ella penetrarás nubes de negrura, para de nuevo contemplar lo azul del firmamento. Ella después te mostrará horizontes despejados, y en el término, al mismo Dios. Traspasarás los valles de tinieblas en el mejor regazo. En las alturas no existen las tormentas: el manto gris se transforma en nieve inmaculada. Asómate de entre los brazos de la Madre. Brilla el sol donde antes era reino tenebroso. Tórnase el mundo, nuevo. La esperanza barrunta la realidad. Romperá así nuestro espíritu las fronteras materiales. Las almas más devotas de la Virgen han crecido en santidad muy por encima de sus propias aspiraciones. Caminamos en nuestro peregrinar junto a María. Y enseñaremos con el ejemplo y la palabra a cuantos se relacionan con nosotros: ¡el don más precioso es el amor a la Señora!