En el ameno huerto deseado

Como la flor de los hielos polares

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

 

                  

Parece que fue ayer cuando, niño, jugabas a construir muñecos de nieve en las heladas calles de tu pueblo. El invierno coronaba siempre los tejados de la aldea con el premio más noble del ser humano en su ancianidad.

De joven, los copos de la nevada te espolean y hacen hervir tu sangre, y te lanzas al deporte como desahogo de la fuerza acumulada en la quietud de las jornadas laborales.

¡Arriba tu corazón y el espíritu!

Tú que escalas las cumbres de las blancas montañas; tú que sabes mucho del esfuerzo y del equilibrio, de la carrera y de los pasos lentos con la carga a cuestas: eleva hacia el infinito tu ideal.

Leía yo en mi infancia algo digno de tu alma despejada: una flor, el "edelweis", brota entre los hielos polares; hiende su tallo y sus raíces por túneles diminutos hasta encontrar, bajo las capas de la muerte blanca, la vida, la savia, la belleza de sus colores.

Tú yo, amigos desde la infancia, vamos a profundizar hasta el fondo de nuestra vida interior. Encontraremos en el gélido mundo el camino del alimento espiritual, oculto al hombre perezoso.

Penetra como la flor del "edelweis".

Y no guardes la hermosura de la piedad para recreo de tu instinto religioso.

Tal vez has buscado, durante tu andadura agitada por este valle, la paz de tu Dios, y has olvidado al Señor que da la paz. No difiere en este caso tu conducta de la del "creyente" cazador del dinero, el placer o los honores. No se detenga en eso tu corazón.

Profundiza como la flor de las zonas polares, hasta llegar a las mismas fuentes de la fe. Ensancha allí tu capacidad de amar. Porque Dios es amor, y te inundará de su gran don para bien de tus hermanos.