En el ameno huerto deseado

Amistad bienhechora

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                     

 

Habías descuidado los pequeños sacrificios, forjadores de tu voluntad en los años jóvenes. Sin casi darte cuenta, tu vida tornóse comodona y blanda.

Ni siquiera dialogabas con Jesús. Pero aquel mismo día reiniciaste la ardua tarea del ascetismo, aunque todavía en pequeñas dosis.

Hoy echas la vista atrás y constatas: algo he avanzado. ¿Estaré a mitad de camino de la montaña alpina?

Siempre bendecirás la amistad con hombres llenos de fervor. Como quien no quiere la cosa, tu amigo te comentó aquella tarde: "Nunca me acuesto sin haberme contrariado voluntariamente en varios detalles o caprichos: dominio de mi curiosidad, privación de algún placer lícito."

Jamás olvidarás a aquel compañero bueno; no era un fraile cartujo alejado del mundo. Convivía en tu misma profesión. Recuerdas con viveza otro testimonio de tu fiel amigo: - ¿Tienes miedo de que te roben el coche recién estrenado?, le dijiste. - Pronto me calmaría (respondió); por nada de este mundo siento apego.

Pasan los años. La blancura tiñe de experiencia tu cabeza. Y sigues repitiendo una y mil veces la frase oída en tus años mozos de labios de aquel hombre de Dios: "Pronto me calmaría; de verdad, por nada de este mundo siento apego".

Permanecerá siempre adherido el corazón de tu amigo al Dios que llenó de alegría su juventud. El amor a los hermanos, el signo de su vida. Y la amistad en el espíritu, ¡la gran bienhechora de tu existencia!