Ejemplos de Vida

Don Félix Beltrán, algo que nos unió

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

El 18 de diciembre de 1999, dejaba este mundo Don Félix Beltrán. Sacerdote verdaderamente santo a los ojos de muchos, sin que con ello queramos prevenir el juicio de la Iglesia. Quisiéramos calar profundamente en su interior para conseguir transmitir lo que hacia él sentíamos, pero cuando se trata de reflejar la intimidad de una persona con Dios, no es tarea fácil. Don Félix era un enamorado de Dios y de su sacerdocio, y un hombre que trabajó y se deshizo por conseguir un aumento de la santidad en sus compañeros los sacerdotes.

Algo Que Nos Unió

Y es que en cuanto entramos en contacto los dos, advertimos que un mismo sentimiento nos dominaba: la santidad de los sacerdotes y de las almas consagradas. Éramos conscientes de que la única solución de la descristianización actual del mundo católico se debía principalmente al poco fervor de los sacerdotes, a la menguada atención de la vida espiritual de los mismos. D. Félix había trabajado durante toda su vida en este apostolado. En la actualidad estaba retirado de su labor queriendo que su última etapa fuera contemplativa. Pero no se resignaba a la sola oración; había también que hacer alguna actividad

 

Va Distribuyendo Su Libro

Este libro - decía - me ha ayudado a distribuirlo a obispos y sacerdotes un apóstol seglar de Alcantarilla (Murcia) que ha repartido trescientos ejemplares. De algunos obispos tengo juicios muy favorables.

En todo momento iba con lo suyo. Convencido de que la lectura de aquel libro aumentaría el fervor de los sacerdotes, por todas partes hacía propaganda de él. Y así me expresaba: - He salido de una tanda de Ejercicios Espirituales dirigida por D. Bruno Fuentes, que está muy relacionado con la comisión episcopal del clero. Nos entendimos de maravilla; creo que tendremos en él apoyo en nuestra labor. Repartimos el libro entre todos los ejercitantes, y el obispo de aquí me ha prometido enviarlo a todos los curas de la diócesis; este obispo me quiere utilizar para esa santa misión.

Don Félix , siempre a vueltas también con su vida interior y su misión.

He dedicado muchas, muchísimas horas de mi vida sacerdotal en hablar de Dios a las almas, especialmente sacerdotales y almas consagradas. Pienso que Dios me pide ahora que otras tantas, y por qué no más, las pase hablando a Dios de los sacerdotes, de las almas consagradas, de todas las almas. Esta fue la determinación del P. Beltrán cuando marchó a su retiro de Alcuéscar para dedicarse más a fondo a la oración. Pero, aunque intensificó allí el trato con Dios, también dedicó horas a la redacción del libro de sus Ejercicios Espirituales. Estando en este "remanso de peregrinos", es cuando entró en contacto conmigo para dedicarse, en aspectos distintos, a la santificación de los sacerdotes: convencer a los obispos a una campaña seria dirigida a este fin.

Aparte de todas las cartas que escribió conmigo a los obispos, es de especial mención una en que felicita él solo al arzobispo de Pamplona, don Fernando Sebastián, por una conferencia en la que se pronunció de manera muy espiritual en el Congreso de Pastoral Evangelizadora. Al final de la carta le dice: "Usted como nadie conoce la Conferencia Episcopal Española; qué bueno sería que usted con algunos más que piensan de forma similar, promovieran a nivel episcopal una campaña seria para la santificación de los sacerdotes diocesanos".

En honor a la verdad hemos de decir que ya iniciado el siglo XXI, no consta que se haya iniciado esa campaña de una manera oficial a nivel de la totalidad del episcopado español. Es preciso seguir insistiendo, a pesar de los siete años que lo hemos hecho en conjunto.

Santidad Sacerdotal

Fue la gran ilusión, diría que la única ilusión de su vida, la santidad sacerdotal. Cuando comencé mi relación con Félix, diciéndole que había comenzado una campaña con los obispos y conventos de clausura a favor de la santidad sacerdotal, se entusiasmó. Él pensó que había topado con la ocasión humana más directa para conseguir este gran objetivo. Al disponer yo de conocimientos de informática suficientes para dirigirme en cartas personalizadas con facilidad a los obispos de España y a los conventos de clausura, pensó que se trataba de la gran oportunidad de su vida: íbamos a trabajar juntos. Al ver yo su gran superioridad moral sobre mí, deposité en él mi confianza y le invité a que fuera el alma del movimiento. Así me respondía: "Vamos a aclarar quién es el alma de este movimiento por la santidad sacerdotal: ni tú ni yo; sino Jesús. Tú y yo somos solo instrumentos; unidos en Él y por Él, e identificados ambos, en Él y con Él. Quién sabe si nuestra espera ilusionada gozosa y dolorosa a la vez, nos la premia el Señor con su realización. ¡Cuánto nos tiene que animar todo esto! Cada vez estoy más convencido que para algo el Señor insospechadamente nos ha unido. En Él confiamos y de Él nos fiamos". "Con que un solo obispo se animara a hacer en su diócesis una campaña, o en un seminario, ya era para estar contentos de nuestra labor".

La santidad sacerdotal ha sido la ilusión de toda mi vida, solía decir don Félix; mira por dónde, ahora, al final, quién sabe si con tu ayuda lo podré hacer. Solamente te diré que Don Vicente Lores, General entonces de los Operarios Diocesanos, en pleno Concilio, me quiso pagar el viaje a Roma para haber hablado a los obispos españoles de ese plan. No llegué a realizarlo, pero mi vida ha estado dedicada personalmente a esta misión de animar a nuestros sacerdotes a ser santos como una condición necesaria para la salvación de las almas. Con estas palabras me animó varias veces: A mí también me ilusionaba comunicarme con la comisión episcopal del clero. ¿Por qué no puedes ser tú el medio de esta comunicación?