Ejemplos de Vida

Don Félix Beltrán, el sacerdote apóstol

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Apostolado

Lo mismo que toda la vida de nuestro santo sacerdote era oración, también era apostolado, porque no se puede concebir la una sin el otro. Hoy parece que en algunos sectores se desea descafeinar esta palabra y adoptar la sigla laica de ONG. Muy buenas suelen ser gran parte de estas instituciones del mundo de los seglares no politizados, mas para don Félix, hombre de Dios, las palabras verdaderamente cristianas, consagradas por el uso de muchos siglos, son "apostolado", "evangelización", "obras de caridad". Él siempre vivía con la ilusión de hacer algo por el Reino de Dios, y por eso me decía en una carta:

Sabes que en todo apostolado en algún modo engendramos a Cristo en las almas a las que damos el buen mensaje con nuestro testimonio. Que todo el que me trate se lleve algo de Jesucristo. ¿Y no es ya recibir un gran premio el hecho de que alguien se pueda llevar algo de nosotros? En algún artículo dirigido a religiosas les he hablado de la maternidad virginal de ellas y de la virginidad conyugal.

Cada vez - asegura - me dan más pena las almas que no aman a Dios y no se sienten amadas por Él. Por eso aquel "me gastaré y me desgastaré por vuestras almas" de San Pablo. Sí, aceptemos como verdad que Dios llama a la vida contemplativa a todas las almas... y somos nosotros los encargados de comunicar esta maravillosa realidad.

Y termina: Cómo compensa Dios nuestro trabajo con un fruto tan desproporcionado en el que no cabe la entrada de la vanidad. ¡Cómo nos tiene que animar a seguir trabajando! Además, nuestro trabajo no hace más que facilitar al Señor que haga el suyo; y por supuesto, nuestro trabajo es el suyo. Concretando esto al tema de Ejercicios Espirituales, puedo decir que yo no soy el protagonista en ellos, es el Señor. No vengo a examinarme de mi amor, sino del Señor; y contemplando y reconociendo, lo estoy amando.

Todo esto son palabras que brotaban de su corazón ardiente y deseoso de hacer el bien. Siempre tenía la necesidad de comunicar el mensaje del Evangelio: por escrito, de palabra, en la oración, en el trato con todas las personas. No era de aquellos que se juntan con otros para pasar el rato, como recurso para paliar su soledad. No. El padre Beltrán iba siempre al grano: hacer el bien; llevar el mensaje del Evangelio. Pero nunca con aire de superioridad. Nunca como el millonario que da limosnas con gesto altivo. Don Félix sabía de sí mismo que era el principal beneficiado de la propia acción apostólica. Por eso se mostraba agradecido de aquellos a quienes beneficiaba; sabía que era mutuo el beneficio y que el Señor unía ambos en algo por encima de la amistad. Dándose, recibía. Y nunca tenía uno la sensación de ser el discípulo que aprende. Don Félix siempre parecía ser el aprendiz. La humildad era como la salsa de su apostolado.

Celo

Algo que llamaba poderosamente la atención en el P. Beltrán era su celo por la salvación y santificación de las almas. En cualquier lugar donde preveía que podía hacer algún bien espiritual y temporal, allí estaba él. Lo mismo en un convento para hablar a las monjas o en un grupo de obreros a quienes dar un mensaje del Señor, que en una reunión de seglares que deseaban vivir su fe o en la carta a un sacerdote o seglar. Él quería llevar a Dios a todas las partes. No sosegaba, aunque, eso sí, disfrutaba de gran paz interior.

Uno de los santos por quien sentía mucha admiración o devoción era Francisco de Asís. En una de sus cartas, refiriéndose a él me decía: El amor no es amado; era el grito de San Francisco de Asís. Era el único tema de su predicación, y ¡cómo conmovía a la gente y les contagiaba del amor a Dios que no podía disimular... Enseñar a todas las almas a hacer oración es nuestra empresa. Solo cuando se aprende a tratar con el Señor es eficaz nuestra fe. La Iglesia no está establecida mientras toda la gente sencilla no aprenda a tratar al Señor. La Iglesia no es cuestión de generales; es de soldados rasos, dice un autor. Es maravilloso amar al Señor y hacerle amar; tú también lo sabes por experiencia. Pienso como tú que Dios llama a la santidad y a la mística a todas las almas y es obligación nuestra hacerlo saber a todos sin complejos de ningún género. Y si hablo de la santidad nuestra sacerdotal es porque la hemos de comunicar a los demás. Ya sabes mi frase: "Que nadie me aventaje a amar al Señor, pero que yo tampoco aventaje a nadie. Todos tenemos el primer puesto; todos cabremos en él".

"Ayudar A Alguien A Ser Mejor!"

Este frase gustaba mucho a nuestro amigo Félix. Sí, es una maravilla ayudar a otros a ser mejores, por eso, al estilo de San Pablo podía exclamar: "Me gastaré y desgastaré por la salvación de vuestras almas".

Y me insistía en sus frecuentes escritos: Vamos a trabajar para que nuestros hermanos no sientan el vacío; Dios lo puede llenar; Dios lo quiere; y sólo Él lo puede hacer, para que así no busquen sustitutivos, cualesquiera que sean. Que Dios no necesita ayuda de ningún sustituto para llenar el corazón sacerdotal.

Su celo era incansable hasta en su edad madura, porque su ilusión, en lugar de ir a menos, como suele ser bastante frecuente en almas que viven de las rentas, iba a más, a más.... como los santos que crecen en santidad. Y así me decía en relación con unas jornadas de espiritualidad que tuvo en un pueblo: En Montejo hablé durante seis días once veces en cada jornada, algo así como diez horas, y sin una mala afonía. He estado así meses enteros sin parar.

Esto no se puede hacer más que por afán de lucro o por un celo, un amor a Dios y a las almas devorador. Por lucro no lo hacía el padre Beltrán, por supuesto, porque para él eso del estipendio le venía de lado. Si le daban algo, lo cogía; así podría pagar alguna edición de un folleto; si no le daban nada, feliz también, porque de lo que se trataba era de hacer el bien.