Ejemplos de Vida

Don Félix Beltrán, después de la guerra civil española hasta el sacerdocio

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Al Seminario De Nuevo

Se abrió el Seminario de Madrid en el curso 1939 - 40. El seminarista Beltrán ingresó esta vez no en el de Alcalá, sino en el de la capital de España para terminar brillantemente tercer curso de Filosofía, como si nada hubiera pasado. La contienda civil le dio una gran madurez humana y cristiana. Su intimidad con Jesús Eucaristía fue inmensa. Ahora no podría llevar ya la cajita con la Comunión como en sus tiempos de "miliciano", pero todo lo iba a suplir el amor. Las visitas al Sagrario eran varias durante el día, y su fervor se notaba, porque supo cumplir el reglamento de maravilla y nunca se lamentó de la "libertad" perdida.

En los años cuarenta - sesenta el amor eucarístico de los seminaristas españoles fue enorme. Y Félix se distinguió mucho en este amor. Ya no podría prescindir de Jesús nunca, hasta el fin de sus días. Fue el seminarista bueno y fiel. Le cautivaban los libros y escritos de don Manuel González, el obispo del Sagrario abandonado; los leía como bocado exquisito de espiritualidad. Y aprovechó aquellas lecturas, porque fraguó entonces en él el "Sacerdocio - Eucaristía". Observé en sus años ya maduros que todavía llevaba en breviario la estampa de don Manuel González. Era una de las personas a las que más admiró y procuró imitar.

Llegó El Sacerdocio

Le parecía a Don Félix que nunca iba a llegar la fecha de su ordenación, y por fin amaneció el día 3 de junio de 1944, cuando ya la paz reinaba en España. Sus manos fueron consagradas para llevar la Eucaristía, para bendecir y administrar sacramentos. Y durante toda su vida se sintió sacerdote, sólo sacerdote, siempre sacerdote. Al día siguiente celebró su primera Misa solemne en la iglesia de Santa María de Alcalá de Henares. Unos días de descanso, y tomó posesión de sus dos pequeñas parroquias, en el arciprestazgo de Buitrago, Piñuecar y Gandullas. Allí permaneció cuatro años. A aquellos lugares de la sierra madrileña solían enviar a los neosacerdotes. Nuestro cura bueno supo aprovechar el tiempo para atender a su pequeña feligresía y para ir preparando su misión sacerdotal que iba a ser la atención a sus compañeros sacerdotes. Dos años más, y fue enviado a un pueblo un pueblo mayor, Hoyos de Manzanares.

El obispo de Madrid, Don Casimiro Morcillo, se había fijado en él; había reparado en su virtud, en su espiritualidad, y quiso dar a su ya buena trayectoria intelectual una más sólida formación: lo envió a Universidad Pontificia de Salamanca; allí obtuvo la licenciatura y el doctorado en Sagrada Teología. Mas las aspiraciones de Don Félix Beltrán no eran el trepar peldaños en la "carrera", más bien, todo lo contrario: su ilusión era pasar ignorado, pero ser efectivo: ahí radicaba su máxima aspiración. Por eso no mendigó dignidades ni puestos de relumbrón, a los que con facilidad hubiera podido acceder, dada su inteligencia y preparación. ¿Qué hizo el P. Beltrán cuando acabó brillantemente su formación universitaria?

Ingresó en el Oratorio de San Felipe de Neri.

El Director De Ejercicios Espirituales

El Oratorio de San Felipe de Neri era verdadero emporio de virtud y celo sacerdotal. Allí pasaba nuestro sacerdote santo horas y horas en compañía de Jesús Sacramentado, en armonía con otros compañeros. Preparose ya de forma inmediata para la misión más alta: ayudar a los sacerdotes, almas consagradas y seglares, más conscientes de su compromiso cristiano, a su santidad personal. Para ello fue enviado a impartir tandas de Ejercicios Espirituales según el método de San Ignacio de Loyola. No tuvo en lo sucesivo cargos diocesanos, ni siquiera la atención de parroquias diminutas: lo suyo fue como los Apóstoles de Jesús: estar con Él y marchar a predicar. Durante muchos años casi empalmaba una tanda con otra.

No le entraba la rutina a Don Félix.

Más de quinientas tandas impartió a lo largo de su vida. Recorrió la casi totalidad de las diócesis de España en su peregrinaje apostólico.

Las religiosas fueron también objeto de su pastoreo espiritual. El apostolado de Cursillos de Cristiandad no le fue ajeno. Disfrutó impartiendo rollos de sacramentos y otros reservados a los sacerdotes.

Años y años de ministerio intenso, pero años también en los que fraguó a los pies del Sagrario su celo apostólico.

También las misiones populares tuvieron cabida en su quehacer pastoral. Son decenas los pueblos y ciudades en los que participó gozoso.