Ejemplos de Vida

Don Félix Beltrán

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

El día 18 de diciembre pasado, en la residencia de la Mutual del Clero de Madrid fallecía casi de repente, víctima de una embolia pulmonar, Don Félix Beltrán". Para mí ha sido duro aceptarlo y quizás más aún para muchos obispos, sacerdotes y religiosas. Porque durante más de cincuenta años ha sido un verdadero padre espiritual del clero. Pasan de ocho mil los sacerdotes y obispos que han pasado por sus tandas de Ejercicios Espirituales. El motivo principal de su existencia humana era dar gloria a Dios trabajando por la santidad sacerdotal. Don Félix, para mí y para otros muchos, fue verdadero padre en la fe.

No había llegado a los ochenta, y su corazón gastado, pero lleno de juventud, dejó de latir cuando más lo necesitábamos.

Con él emprendí la campaña en favor de la santidad de los sacerdotes y personas consagradas, hace ya siete años. Y la siguió con el mismo ardor e ilusión que un joven enamorado de Dios. Y es que Don Félix era un sacerdote más fervoroso que un recién ordenado en el día de su primera Misa.

¡Fervor sacerdotal! Nunca puede estar pasado de moda. Estoy impresionado desde que conocí a Don Félix por su vida de entrega; a mi parecer era un hombre santo. Hace pocos días escuchaba una vez más sus cintas grabadas con pláticas en sus Ejercicios Espirituales; y decía desde el fondo de su alma estas ideas: "Llevo aproximadamente cuatrocientas tandas de ejercicios para sacerdotes. En las primeras le pedía al Señor que nunca me acostumbrara a dar esta predicación. Sería intolerable para mi sicología. Ahora os puedo confesar que nunca me he acostumbrado. Que lo sigo haciendo con la misma emoción que el primer día".

Su voz estaba gastada. Pero al escucharle, tienes la impresión cierta de estar oyendo a un hombre de Dios, y puedes quedar impresionado semanas e incluso años después.

En su libro, "EL SACERDOTE DE HOY Y DE SIEMPRE", escribe de cómo el ministro del Señor debe hablar siempre con esa profunda emoción que da el trato íntimo con Dios en la oración. Y eso mismo lo practica él cuando predica. No era un gran orador, en el sentido literario. Pero hay un "algo" que le hacía serlo. Es esa emoción vivencial con que lo dice todo. Se transmite la fe la santidad como por contagio. Se le puede comparar con el mismo Padre Nieto.

Con gran emoción he leído diez o más veces el libro de Don Félix Beltrán. Son páginas de un enamorado de Cristo y del Sacerdocio. Y no se puede leer con indiferencia una obra escrita con el corazón; un tesoro de vivencia sacerdotal. Es un libro para leerlo de prisa la primera vez, porque cautiva desde el comienzo. Pero después saborearlo línea a línea con una cierta "glotonería" espiritual.

Me precio de conservar algo así como un centenar de cartas de Don Félix. Al menos una vez al mes nos escribíamos para animarnos en nuestro camino al Señor.

De qué manera tan distinta ha reaccionado Don Félix conmigo a la de muchos intransigentes. Porque quien esto escribe es un indigno y desgraciado sacerdote que un día hubo de abandonar con dolor el sagrado ministerio. Don Félix, hombre de Dios, me acogió desde el primer momento con un amor de padre y él mismo gozó como colaborador de la campaña en favor de la santidad de los sacerdotes y almas consagradas. Yo me llenaba por dentro de vergüenza de que un hombre así no desdeñara de hacer un poco de "acólito" en una causa tan noble.

Ahora que estará en el cielo puedo publicar esta anécdota de él: Con astucia y engaños un pobre hombre fue robándole todos sus ahorros, fingiendo enfermedades y causas apremiantes de apostolado. Aquellos ahorros don Félix los reservaba para la publicación de sus Ejercicios Espirituales. Todo el dinero desapareció lentamente en el arca sin fondo del tunante. Murió el ladrón y Don Félix me decía con la sencillez propia de un niño lleno de fe y bondad: "Dios le habrá perdonado; espero juntarme con él algún día en el cielo".

Que el Señor, Don Félix, haya escuchado tu oración. Que estés en el Reino de los cielos junto con Jesús, con María, con la Trinidad Santísima, y que cerca de ti gocen del Divino Bien tantos ladrones arrepentidos, tantos sacerdotes por ti estimulados a la santidad, tantos seglares que se llenaron de celo en tus Ejercicios Espirituales, y también aquellas mujeres del arroyo, que convertidas en tu predicación, no volvieron ya a la vida de pecado.