Ejemplos de Vida

Don Félix Beltrán

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

El 18 de diciembre de 1999, dejaba este mundo Don Félix Beltrán. Sacerdote verdaderamente santo a los ojos de muchos, sin que con ello queramos prevenir el juicio de la Iglesia. Quisiéramos calar profundamente en su interior para conseguir transmitir lo que hacia él sentíamos, pero cuando se trata de reflejar la intimidad de una persona con Dios, no es tarea fácil. Don Félix era un enamorado de Dios y de su sacerdocio, y un hombre que trabajó y se deshizo por conseguir un aumento de la santidad en sus compañeros los sacerdotes.

Sus Primeros Años

Nació Don Félix en el pueblo de Hinojosa, provincia de Guadalajara, diócesis de Sigüenza - Guadalajara, el 18 de mayo del año 1919. Sus padres, Aniceto Beltrán Alonso, y Gregoria Pérez García. Era una familia pobre, muy pobre, y a la vez profundamente cristiana. Fue bautizado el mismo día de su nacimiento en la parroquia de San Andrés; así deseaban sus progenitores, con prisa, que comenzara aquel hijo a serlo también de Dios. Félix tenía cuatro años cuando falleció su querido padre, y la familia entonces se volcó en los abuelos; por eso aquellos niños tuvieron tanta relación con los abuelos, también profundamente cristianos. Con ellos pasó Félix gran parte de su infancia.

A los siete años hizo su primera comunión en el pueblo de su nacimiento. Le prometió entonces a Jesús ser bueno y santo, algo que llevaba siempre dentro de su corazón. Y ese ideal lo mantuvo en el alma durante toda su vida. Sus años de infancia en el pueblo fueron siempre muy cercanos a los dos sacerdotes que en aquellos tiempos había en el lugar; de un modo especial se relacionaba con el párroco, muy querido de todos sus feligreses, don Vicente Torrubiano, y muy pronto fue monaguillo de la parroquia. Era el predilecto de Don Vicente por su modo de ser y por la inclinación que Félix tenía hacia las cosas de la iglesia.

Como decíamos al iniciar este relato, la pobreza imperaba en aquel hogar. La madre, viuda y sin recursos, hubo de marchar a Barcelona a un trabajo que encontró; mientras tanto los abuelos sostuvieron y atendieron a los dos niños pequeños Félix y Jacinto. Prácticamente todo el pueblo era muy pobre, pero el ambiente lleno de fervor espiritual.

En la escuela y en la calle, en todos los lugares, era Félix ejemplar; sobresalía tanto por su capacidad intelectual como por su buen carácter y su afición al estudio; y esto no solo entre los chavales de su edad, también entre los mayores; gozaba de buena fama en todo el pueblo. El maestro lo ponía como ejemplo. Cuando nadie recordaba algún concepto, la referencia en todo era él; mas nadie le tenía envidia; parecía como una evidencia del buen obrar y del buen ser. Por otra parte, su sencillez y el hecho de que todos lo consideraban como amigo, eclipsaba cualquier brote de envidia hacia Félix: era querido de todos y de todos respetado. El trato con el cura párroco, muy frecuente. Se vislumbraba pronto en él una vocación sacerdotal. Y Dios se sirvió de este cura para que Félix ingresara en el Seminario.

 

Su Vocación Al Sacerdocio

Su hermano Jacinto lo dice textualmente: "Creo que el sacerdocio fue algo innato en él. El Señor se sirvió de Don Vicente, y desde el principio lo inclinó en esta dirección".

Ayudaba a su querido párroco todos los días a Misa; e incluso, cuando era un poco mayor, le acompañaba todas las tardes a hacer la visita al Santísimo. Rezaba el Rosario con él, y también lo rezaba en familia. Incluso le acompañaba al cura a dar algunas tardes el paseo, mientras sus compañeros jugaban o ayudaban en las labores del hogar. Como en casa no había hacienda, poco podía ayudar él a realizar labores...

Pronto comenzó don Vicente a prepararlo para su ingreso en el Seminario; cuando llegó la hora, ya sabía declinar y conjugar en latín. Y mucho sabía también de Religión, Gramática e Historia... Félix fue el primero en desfilar hacia el Seminario de los Santos niños Justo y Pastor de Alcalá de Henares, en el curso 1930 - 31; le siguieron después otros cinco o seis chavales, entre ellos su hermano Jacinto; cuatro del grupo llegaron al sacerdocio. Es de observar que en rigor le correspondía haber ingresado no en Alcalá, sino en Sigüenza, su diócesis, pero fue imposible: la pobreza, el gran fantasma de la familia, era lo que impedía cualquier decisión que supusiera algún gasto. En Alcalá pudo disfrutar de becas. Y la beca la obtuvo el niño mediante dura oposición; llamó la atención del tribunal la sabiduría de aquel muchacho. ¿Los libros?, los conseguía prestados de los alumnos de cursos superiores. Incluso el vestido y el calzado se lo regalaban personas piadosas. Allí estuvo el joven Beltrán cursando uno a uno, con las mejores calificaciones, los cursos de Humanidades y el comienzo de la Filosofía. Allí se santificó y fue ejemplo de sus compañeros hasta el año1936 en que estalló la guerra civil.