Reflexiones desde la debilidad

Viejos papeles

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística         

      

     

Me he puesto a revolver viejos papeles de mis tiempos mozos. Estas notas que "sin querer" depositábamos entre las páginas de una novela o del libro de lectura. He aquí dos botones de muestra muy distintos uno del otro:

- Me encuentro feliz; mi alma rebosa de gozo en los comienzos del verano. Me parece imposible un hombre desesperado. Me siento dinámico, fuerte, lleno de ideales. ¡De qué sería yo capaz ahora! Quisiera consolar a los tristes, ayudar a todos...abrirles la ventana de al esperanza; marchar a misiones.

Todavía recuerdo el momento en que escribí la nota: recién terminados con éxito los exámenes. Por delante quedaban sin estrenar unas largas vacaciones. ¿Cómo no sentirse optimista en estas circunstancias?

Meses más tarde debí de escribir otra cuartilla que me hubiera gustado romper, mas por olvido quedó atrapada entre las hojas de mi novela. Decía así:

- El día está gris. Como mi alma: llena de hastío y tedio. ¿Por qué nos agarraremos tanto a la vida? Luchar y trabajar para no conseguir nada. ¿Cómo es posible que la gente pueda estar feliz? No merece la pena el esfuerzo ni la ilusión. Todo pasa y lo único que permanece es la amargura.

¡Y pensar que fue la misma persona quien escribió estos dos desahogos! Pocos meses distaban uno del otro. Ambos en plena juventud.

Hoy me ocurre algo bien distinto de las "explosiones" antiguas. Algo que puede equilibrar mi debilidad de los momentos tristes y mi euforia de ratos más exaltados: elevar el corazón a Dios con sencillez, como hacía el Rey David acompañado por el arpa, o tantos hombres y mujeres fieles de ayer y de hoy:

- Señor, yo cambio continuamente. Tú sólo eres eterno en el silencio de tu Inmensidad. Modera mis ímpetus de todos los días. Que sepa permanecer dócil bajo el cayado de mi Buen Pastor, Cristo. "Si me guías por valles de tinieblas, ningún mal temeré." Te encuentras muy cerca de mí cuando disfruto, y en los momentos de hastío y de dolor. Que mi euforia sirva para hacer agradable la vida a cuantos me rodean. Que mi sufrimiento sea estímulo y me ayude a comprender a cuantos sufren cerca de mí. Porque además seré yo mismo consolado mientras ayudo a otros a vivir en paz. Dadme generosidad en mis días de "buen tempero", y fortaleza en los períodos aciagos de mi existencia para imitar el ejemplo de los santos.