Reflexiones desde la debilidad

Ven junto al portal conmigo

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Lo conocí hace ya bastantes años: Era un hombre joven; tenía dos hijos de ocho o diez años. Enfermo él del corazón, apenas podía trabajar. Pero siempre le veíamos sereno; nunca se quejaba de sus dolencias. Su fe era grande, y la trasmitía a los suyos de todas las formas posibles.

Cuando se acercaba la Navidad, le veíamos disfrutar sobremanera en los preparativos del Belén familiar. No lo construía muy grande, pero estudiaba todos los detalles a la perfección. Un Nacimiento, como él decía, "místico, recogido, como para meditarlo"; digno de ser contemplado.

¡Ven junto al portal conmigo!

Que no nos hablen, amigo enfermo, de buena mesa cuando llega la Navidad. No nos cuenten historias sentimentales de nieve y niños pobres, ni de hombres egoístas, trocados en generosos por unos días.

Contempla ahora, sí, el misterio en la penumbra de una habitación o en la soledad de un templo a media tarde. Toma asiento tranquilo. No tienes otro quehacer. No te apresures.

Respira profundamente; sin esfuerzo. Sientes tu cuerpo relajado, como paisaje vespertino. Nada deseas; nada temes; nada buscas; nada imaginas. Sólo miras a Jesús junto a su Madre y José; junto al buey y la mula y los pastores y los Reyes. Y así permaneces cinco o diez minutos... ¡o más! que no debemos ahora medir el paso del tiempo.

Si te distraes, vuelve de nuevo con paciencia tu mirada al Niño de Belén. Contempla todo sin parloteo mental. No analices, no formules conclusiones ni discursos, no proyectes. Contempla en silencio... hasta que te sientas como El: callado, pobre, desnudo, lleno de amor.

Mañana vuelve otra vez conmigo al Portal, a la misma hora, al atardecer, cuando todo se encuentra en silencio y tu alma como espejo de un lago sin olas.

Y el Verbo se hace carne;

Y habita entre nosotros.

Y tú ahondas en el misterio todos los días de Navidad.

Verás cómo tu espíritu se torna más lleno de amor a El; cómo miras a los demás con ojos de Niño Jesús; y te encarnas en un nuevo nacimiento de apóstol sencillo.