Reflexiones desde la debilidad

¿Que nada puedes hacer?

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Algunas veces, querido enfermo, habrá pasado por tu imaginación una idea un tanto pesimista: "Nada puedo hacer". Esta frase corroe no sólo a gente enclaustrada en el dolor o la ancianidad; también a personas en plena juventud y bienestar físico, cansadas de bregar día y noche sin haber obtenido ningún fruto de su trabajo. De verdad, ¿nada se puede hacer?

Catalina Emmerich , mujer santa de comienzos del siglo XIX, fue una oscura monja alemana. Pasó gran parte de su vida enferma, tendida en su rincón del lecho del dolor. Eso sí: nunca se abandonó a la melancolía ni a disfrutar con la compasión de los demás. Practicó una intensa vida de oración, siempre centrada en Dios. A pesar de sus dolencias, -¡nadie lo diría!- influyó muchísimo en París y en Berlín. Ni siquiera cuando hubo de abandonar el convento decayó su ánimo. Desde su nueva situación consolaba a los afligidos; movía a los pecadores a la verdadera contrición... Y lo que más puede asombrarnos, suplió la negligencia de muchos ministros del Señor.

Cuando te lamentas de lo poco que puedes tú hacer, a causa de tus dolencias o ancianidad, ¿te das cuenta de que estás metido de lleno en una de las peores tentaciones?

El enfermo, sobrellevando con paz sus achaques, unido a Jesús, es pararrayos de la humanidad; trueca en bendiciones los merecidos castigos; su puro amor pesa más ante Dios que la maldad de millones de hombres.

Todas estas ideas alentadoras no las invento para consolar alegremente a personas que sienten su debilidad como oprobio. ¡No! Tomad en las manos las obras del Padre Arintero, sabio escritor y gran místico, casi de nuestros días (a punto de subir a los altares cuando esto escribo), y allí encontraréis cuanto aquí afirmo.

Piensa, querido hermano, desde tu debilidad: sin la influencia de los grandes orantes, la tierra perecería. Pueden ellos más que millones de justos ordinarios.

No olvidemos la frase de San Pablo cuando nos describe el Cuerpo Místico de Cristo: "Los miembros del Cuerpo que parecen más débiles, son los más necesario." (1 Cor. 12,22). Por eso no hemos de considerarnos una carga. Todo lo contrario, desde nuestra debilidad, sostenemos la Iglesia, hoy tan necesitada del apoyo de la oración y el sufrimiento. Somos conscientes del todo: "Suplimos en nuestros miembros lo que falta a la pasión de Cristo."

Y desde esta perspectiva podemos enseñar al mundo que no tememos la muerte, sino que nos preparamos con ella a dar el paso definitivo a la vida.