Reflexiones desde la debilidad

¿Por qué lloraís?

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Acaba de llamarme un amigo por teléfono. En el mismo momento en que me disponía a escribir mi comunicación mensual a mis queridos enfermos y ancianos. Así me decía:

- "Hace unos meses he perdido a mi hermano muy querido. Resulta duro. Nosotros no lo podíamos remediar algunos días: llorábamos junto su lecho, conscientes de que se iba.

El nos hablaba con calma:

- ¿Pero por qué lloráis? Sí; voy a morir pronto. Y dentro de poco estaré para siempre con Dios. Esto es motivo de alegría. No estéis tristes. El pensamiento de que serás arrancado de este hotel en que habitas, desgarra con frecuencia tu corazón. Es humano reaccionar así.

 

Adora a la Divina Providencia, cuando comience la inquietud del más allá en tu alma. Si retira de este mundo lo más apegado a tu sangre y corazón, quedará después en el fondo de tu ser una tristeza serena; y más tarde florecerá en gozo de esperanza.

Transcurren los años; tórnase tu caminar más lento y reposado; tu mirada comprensiva; tu espíritu lleno de paz. Vas madurando como persona.

Adviertes el ansia de riqueza como pueril y vana. ¿Para qué preocuparse en colecciones de frutos perecederos, cuando lo único permanente son las buenas obras? ¿Para qué atesorar algo que puede ayudar a otros a salir de la miseria? ¿Para qué sufrir atormentado por la separación de un ser querido, si tan sólo nos separa de él la distancia de un relámpago?

Los bienes temporales pingües en demasía, son plomo derramado sobre aves que surcan los aires. La esperanza y la oración, motor que eleva tu alma a las alturas.

¡Vuela hasta el cielo! No se detenga tu corazón ni en las fuentes de agua fresca. Remonta como paloma en día de sol y calma. Esfuérzate por servir a tu Dios con amor de corazón entero; y que el temor vaya consumiéndose en aras de la esperanza.

El pensamiento de la muerte, de nuestra muerte en los brazos del Padre, ha de ser estímulo constante: recordará a tu alma la eterna recompensa de la fusión en el amor.

Así decía un amigo, a quien la "guadaña inexorable" cobró de su cariño a la persona amada: "Dios mío, os adoro, os alabo, acepto la prueba, soporto estos malos días y me mantengo en paz."

Vamos a aprender estas lecciones de personas que conviven con nosotros. Y ¡a vivir como cristianos día a día! De esta manera lograremos morir con esperanza plena en los brazos de Dios.