Reflexiones desde la debilidad

Peregrino Líderes

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Aquella canción que tantas veces hemos entonado: "Peregrinos del cielo, moradores de la casa de Dios..." nos suena casi siempre a "música celestial". ¡Qué poco profundizamos en esta idea de nuestro caminar hacia el Padre! Y merece la pena. Las personas santas invariablemente se tienen por viajeros en este mundo. Hablan de la vida presente como de una mala noche pasada en un mísero hotel. (¡Con lo bien que algunas veces nos encontramos en este hotel! ¿verdad?)

Pero merece la pena considerar estos pensamientos de nuestros líderes peregrinos. Se allana junto a ellos nuestra dificultad sicológica ante la muerte. Qué santa envidia nos llega a causar la frase de San Juan Clímaco: "Desear la muerte para ir a Dios es muy de desear. Bueno el esperarla. Santo el desearla."

Si notas una especie de estupor cuando leas esta frase, será señal de que no has llegado a calar por dónde va el camino de los grandes hombres de este mundo: los santos. Vuelve a leerla de nuevo, penetra en la idea. Piensa que la dices tú; afírmala tú mismo con todas las consecuencias. Podrás después comprobar que merecía la pena repetir esta consideración.

Ahora te voy a sugerir algunas otras frases muy profundas de otros hombres eminentes en santidad: "¿Qué es la muerte, sino una sepultura de vicios y resurrección de virtudes?" (San Ambrosio). Otro Santo le decía al Señor: "No quiero la vida sino para serviros". Ignacio de Loyola no podía contenerse sin derramar lágrimas de emoción pensando que tras la muerte se vería con Cristo cara a cara.

Merece la pena situarnos en la perspectiva de estos grandes héroes de nuestra fe: líderes peregrinos. Ellos, sí, han sabido entender bien la vida. Para ellos el morir constituía "suma ganancia" a ejemplo de San Pablo.

Cuando Dios permite en nosotros una enfermedad, nos queda normalmente mucho tiempo para la reflexión. Ha sido para muchos el espacio para recobrar la salud del alma y enfocar bien la vida, como paso hacia Dios. Vale la pena aprovechar esta gran oportunidad que el Señor nos envía. Ojalá después podamos decir con San Pablo: "Estoy persuadido de que ni la muerte, ni la vida... ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios." (Ro. 8,38-39)