Reflexiones desde la debilidad

¿Para que sufrir?

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística               

     

Muchas veces me lo he preguntado. Supongo que tú también. ¿Por qué sufrir? Confieso que se trata de una cuestión difícil de solucionar. Llevamos tan metido dentro de nosotros el instinto del placer que de manera espontánea identificamos el sufrimiento con el mal y el gozo con el bien. ¿Será el sufrimiento el enemigo número uno de la humanidad?

No me voy a meter en disquisiciones metafísicas ni en profundidades de teólogo. Prefiero decir lisa y llanamente cómo he solucionado para mí este misterio, que a muchos ha hecho entrar en crisis de fe. He aquí mi raciocinio: Parto de este principio: Dios es bueno. Resultaría un contrasentido un Dios - tirano. Como dicen los filósofos, "repugna en sus mismos términos". Luego el dolor no es malo absolutamente.

Sabemos por el Evangelio que Jesús luchó contra el dolor. Entre las ocupaciones de su vida pública lleva un porcentaje grande la curación de enfermos. Su compasión ante quien sufre lo dice todo. Pero esta actitud de Cristo todavía marca más fuerte el interrogante: ¿Por qué sufrimos?

Por supuesto el dolor por sí mismo no puede ser bueno. La rebelión visceral de la naturaleza lo demuestra. Es necesario mirarlo indirectamente para encontrar vías de solución. Y enseguida echamos la mirada al pecado de Adán que nos da un poco luz para descifrar este tremendo enigma del dolor.

¿Con qué fin permitirá Dios el sufrimiento? Los escritores de espiritualidad me lo recuerdan: para purificarnos de nuestros pecados y apegos a las cosas de este mundo. Al cielo nada puede entrar sucio; nada con adherencias mundanas. Es preciso una purificación. Cuando se realiza en esta vida, se llama dolor; cuando sucede después de la muerte, purgatorio.

Por instinto, en los meses que siguen a la propia conversión, solemos purificar la voluntad con actos de penitencia. Es como una réplica contra el placer nocivo que apartó nuestra alma de Dios.

Sí; todas estas consideraciones van convenciendo mi mente para aceptar el plan de Dios en esta vida. Pero siempre encuentro en mí un conato de rebeldía que se resiste. Un "¿por qué... por qué?", vuelve a resonar en mi corazón.

Entonces miro a la cruz. Veo que Cristo, Dios y hombre verdadero, a quien amo y prometí seguir, sufrió una pasión atroz; expiró ante dos ladrones. Y precisamente a través de su vida, pasión, muerte y resurrección nos salvó. ¡Algo tiene el dolor cuando el Dios hecho hombre lo asume para redimirnos!

Ya sólo nos queda inclinar nuestra mente respetuosos; luchar con gran paz contra el dolor, porque Jesús también luchó, pero asumirlo cuando viene derecho y unirnos con amor a la cruz de Cristo. Después llegará nuestra resurrección con El.