Reflexiones desde la debilidad

¿Manos vacías o manos llenas?

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Durante varios lustros, allá por los años cincuenta y sesenta, se proyectaba en las salas de cine parroquial la película "Balarrasa". Los sacerdotes explotaban (y con éxito espiritual) la secuencia del accidente de la muchacha. Cuando ella estaba a punto de morir, mirando sus manos decía: "Las tengo vacías, vacías."

-"¡Qué duro presentarse ante Dios con las manos vacías!" Esta idea nos metieron bien en el alma nuestros predicadores de mediados del siglo XX. Y no ha sido inefectiva la consideración. A más de uno nos impulsaba a obrar el bien. ¡Ir a Dios con las manos llenas de buenas obras!

Hoy mi meditación marcha por otros derroteros. Añoro verme libre de ataduras, de apegos, como vacío de todo para que tenga sitio Dios dentro de mi alma. Los espectáculos, juegos, diversiones llenan con frecuencia de tal manera nuestro ser humano que apenas queda una celda pequeña para aposentar al Divino Huésped del alma. Todo lleno de hojarasca caduca. ¿Cuándo podré, Señor, hospedarte con dignidad?

De vez en cuando llega el dolor, siempre temido. Estaba mi espíritu desde niño acostumbrado a pensar que el sufrimiento es malo y el placer bueno. El tiempo de inactividad y baja laboral ha trastocado mis planes. También los tuyos, querido enfermo. Y a buen seguro que ha sido y será tiempo de vaciamiento interior. Poco a poco, ayudados por la fe, estamos aprendiendo que no debe de ser tan malo el dolor como imaginábamos antes.

¿No te das cuenta de que te sobran muchas cosas cuando te visita la enfermedad?

Nuestra existencia es un continuo despojarse de aficiones caducas, egoísmos y adhesiones terrenas.

Entonces, ¿manos vacías o manos llenas? Hoy diría yo: manos despegadas: manos vacías de maldad, de afición al dinero. Manos llenas de obras de amor, de acciones generosas y desinteresadas.

Algo tendrá el dolor en este proceso de limpieza interior cuando el mismo Dios quiso redimirnos por medio de su pasión y cruz.

Nuestro sufrimiento y despego van a ser también redentores como el de Jesús. Por algo nos dice la Biblia en San Pablo: "Todo lo soporto por amor de los elegidos, para que éstos alcancen la salud en Cristo Jesús y la gloria eterna... que si padecemos con El, también con El viviremos."(1)

(1) 2ª Tim.2, 10-11