Reflexiones desde la debilidad

Los otros enfermos

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística         

      

     

Hoy ha evolucionado muy favorablemente la sensibilidad de las personas con relación al enfermo y al minusválido. De nuestros padres hemos escuchado el bochornoso espectáculo ocurrido en algunos pueblos, cuyos niños apedreaban a los mendigos y lisiados extraños, como si fueran alimañas. En estos momentos ni siquiera acertamos a imaginarlo. Hiere nuestra sensibilidad. No podemos decir en esta ocasión: "Cualquier tiempo pasado fue mejor."

Pero tal vez en nuestros días hemos perdido ese sentido cristiano de los "otros enfermos": los del alma. Son los más débiles, aunque ellos se sientan fuertes.

Quizás muchos son o somos responsables de que personas relacionadas con nosotros no se hayan planteado en serio el problema trascendente, o hayan abandonado su fe. Me parece muy cómodo, y tal vez indicio de poco celo apostólico, el tranquilizar nuestra conciencia cristiana afirmando que gran número de los agnósticos disfrutan de una fe implícita, porque practican algunas obras altruistas y gastan parte de su tiempo libre en asuntos de tipo social. Ciertamente se trata de una buena disposición para llegar a la fe; pero necesitan urgentemente de nuestra ayuda para su alma.

Me parece necesario simpatizar con ellos; darles muestras de sincera admiración; pero no contentarnos con esto; pasar después, en el momento más oportuno, a plantearles el problema trascendente. Algunas personas de buena voluntad rehuyen, por no sentirse preparadas, entrar en materia. Ignoran que por la dialéctica nadie se convierte. En cambio, muchas veces puede ser suficiente exponerles nuestra vivencia religiosa junto con nuestra simpatía y amistad. Dios irá obrando en las almas de nuestro apostolado, si unimos nuestra oración a la palabra de llamada a la fe. Porque la fe -l o afirma San Pablo- se transmite por el oído.

Se trata en muchos casos de ovejas excelentes, hoy alejadas, que pertenecerían al rebaño del Buen Pastor. Necesitamos muchos zagales que descubran, animen, ayuden a estas ovejas extraviadas en el camino del de la salvación.

¡Los grandes enfermos olvidados!

Todavía recuerdo aquel cursillo de cristiandad en que un hombre joven exclamaba después del "rollo" de los sacramentos: "La culpa de que yo haya permanecido tantos años lejos de Dios la tienen los malos cristianos." Y luego, matizando más su afirmación, añadió: "Gracias a mi amigo X, que me "arrastró" a este cursillo, he aprendido quién es Jesucristo y la grandeza de la vida cristiana."

Amigo enfermo o sano: no olvidemos a estos dolientes; de ellos hoy muy pocos se ocupan. Y sin embargo anda en juego lo de verdad importante para todos. La voluntad de Cristo a nosotros los ha encomendado.