Reflexiones desde la debilidad

Los gaviones de Estella

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

- "¡Gaviones!"

Así gritábamos de críos en Estella, ciudad navarra donde viví mis años infantiles, a una especie de vencejos, parecidos en su vuelo a las golondrinas.

Los "gaviones" constituían nuestra admiración infantil. Nos maravillaba su planear por el aire: ningún ave como ellos. Pero, ¡ay!, cuando el pajarillo necesitaba posarse en el suelo... Quedaba el pobre a merced de cualquier mozalbete. No podía ya remontar, a no ser que una mano amiga lo lanzara de nuevo a la altura. Entonces nuestro "gavión" surcaba otra vez el espacio: recreo de niños e inspiración de poetas.

¡Cuantas veces me han hecho pensar en mi vida los dichosos "gaviones" de Estella. Y me costó años descubrir su verdadero nombre: "delichon urbica" el técnico; "avión" el vulgar. Pero eso es lo de menos. Eso ahora no me importa. Lo principal, el mundo por donde me ha llevado mi avecilla infantil.

Porque mi vida - también la tuya, querido enfermo, - tiene mucho de "gavión". Nos gusta lanzarnos por las regiones elevadas: ¡qué bueno resulta estar con Dios, vivir en gracia; cubrir un puesto de responsabilidad en la parroquia; colaborar para una obra de ayuda humanitaria...¡Una maravilla!

Pero tropezamos con la realidad; la limitación de mi estado actual, acosado por el mal físico. Ya no llego a donde antes... O nos damos de narices con el mal moral: decaimiento, pereza, pecado, desgana, y no somos capaces ni siquiera de una acción buena. ¡Nada de nada!

Y resurge en la memoria aquello que de pequeños estudiábamos en el catecismo: "Sin la gracia no podemos principiar, ni continuar, ni concluir cosa conducente para la vida eterna."

Aquí está la realidad del "gavión" de Estella. Andamos por el suelo arrastrados sin la ayuda de Dios. Con El, por las alturas; hacia lo eterno.

Confía, amigo. Ya sea tu dolencia del cuerpo o del alma. No te agarres como nuestro vencejo a las hierbas de este mundo; te impedirán volar.

Déjate llevar de la mano de Dios Providencia. Dile a menudo: "Cuando quieras, Señor. Tuya es la vida presente; tuya la eternidad. Llámame cuando quieras, Señor."

Pídele su auxilio con humildad. Y verás: lo humanamente imposible sin su ayuda, con El será realidad gozosa y sublime.

Esta vida es un vuelo hacia Dios. Muchas veces permanecemos agarrados a los hierbajos de la vida y no podemos lanzarnos a las alturas. La enfermedad es el brazo amoroso del Padre que dirige nuestro vuelo hacia la eternidad. No temas. Estás en las manos de Dios. Mejor que el "gavión" de Estella en las del niño amigo, cuando le ayudaba a surcar los aires.