Reflexiones desde la debilidad

Los años mas felices

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Al leer este encabezamiento, enseguida has pensado en la niñez. ¿A que sí? Aquel tiempo en que constituisteis la atención el cariño de tus padres y familia. La alegría sólo se nublaba en el momento de dar el salto de la cama para ir al colegio. Más tarde, de nuevo a disfrutar.

¡Pues no; no me refiero a la niñez! Hace algunos años recibí una carta de mi antiguo párroco. Había cumplido ya los ochenta, y residía en el retiro sacerdotal del Buen Pastor. Se me quedó muy grabado en la mente y subrayé en aquella carta un párrafo: "Los años más felices de mi vida son los de mi ancianidad".

Probablemente no serán muchas las personas de edad provecta que puedan firmar esta líneas. Mas por lógica de fe, parece que todos debiéramos aplaudir esta afirmación: los años más felices, los de la ancianidad. Mi antiguo párroco pasaba largas horas haciendo oración. En numerosas ocasiones pudimos verlo sentado en el primer banco de la capilla, junto al sagrario. Su habitación pequeña parecía más una oficina en plena actividad que la celda de un cura jubilado. Allí también permanecía tiempo sin fin, contestando la numerosa correspondencia y enfrascado en la lectura espiritual. No tenía dolores, solamente los achaques propios de la edad. Sus pasos tornábanse dificultosos. Algunas veces lo encontré paseando por el parque. Su venerable presencia inspiraba paz y sosiego.

Y... ¡qué miedo tenemos nosotros a la ancianidad! Sin embargo puede ser la época más feliz de nuestra vida: los problemas ya están solucionados. Los hijos se colocaron y no dependen de nosotros. Los planes sociales para la vejez proporcionan tranquilidad ante nuestras inquietudes materiales. Disponemos de mucho tiempo para entregarnos a Dios, a nuestras aficiones honestas que en nuestra edad productiva no pudimos atender. Es tiempo de ver nuestros frutos en sazón. Y si en la vida pasada han existido épocas nubladas, túneles de pecado y miseria, el Señor nos regala días de reflexión para arreglar con Él nuestras cuentas un tanto embrolladas.

¿Que la vida se nos va? ¿Y qué vale esta vida temporal en comparación con la eterna que se nos brinda? Ojalá tú y yo ahora, o si el Señor nos lo concede de aquí a muchos años, podamos afirmar como mi antiguo párroco que en paz descanse, Don Miguel Rázquin: "Los años más felices de mi vida, los de la ancianidad." Ojalá, con el nuevo año 2000, el más bonito, comience para muchos esa paz maravillosa.