Reflexiones desde la debilidad

Lectura serena

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

No se trata de atiborrar tus horas de enfermo o convaleciente con periódicos llenos de novedad o con las mil revistas del corazón. Es verdad que sería preferible esto a una ociosidad estéril y aburrida. Pero no olvidemos lo mejor. Tiempo de Navidad; parece que el enfermo añora la familia de antes, los días serenos junto al hogar; junto al pequeño nacimiento. Y de verdad puede lograrlo si profundiza en su "yo" íntimo. Ahí construye su belén íntimo. Ahí se recoge en paz inalterable.

¿Te apetece leer? Tu alma experimentará momentos de serena alegría con un libro del espíritu en las manos. No creas demasiado en la lectura rápida. Lee despacio. No tengas prisa en devorar páginas. Ansiamos conocer el último evento de la Historia, la noticia de la jornada transcurrida, Por eso no profundizamos. Se arruina nuestro interior en un desierto de ideas estériles.

Amigo, lee con morosidad libros que merezcan tu amor. Haz pausa en una palabra; imagina; ahonda en ella. Desentraña el significado íntimo del vocablo. Tal vez así logres conocer el alma de quien lo escribió y el anuncio que deseó transmitir. Detén luego tu pensamiento. No el mucho saber harta y satisface el ánimo, sino gustar de la hermosura de Dios a través de su palabra, de sus obras, de El mismo que se derrama en nuestros corazones. Ahonda en frases saboreadas ya en la niñez o en los años mozos: una poesía, una oración, el "Señor mío Jesucristo". Recítalas después con deleite interno, degustando el mensaje encerrado en cada aserto, deseo o pregunta. Disfruta a tus anchas en la soledad.

Toma la costumbre de leer menos texto, pero más tiempo. Todos los días puedes dedicar media hora o más a este que hacer de sabiduría. No temas que un libro permanezca en tus manos durante largos meses. Subraya, graba en el margen la aportación de tu espíritu. Vuelve a releer todo, cuando de nuevo hayan brotado las hojas en primavera. Si una palabra te resulta vivencial en la experiencia de la fe, el alma se inunda del gozo único del Gran Consolador. Yo recuerdo algunas: SAGRARIO, ENTREGA, TU ERES SEÑOR, EL PAN DE VIDA, EL SEÑOR ES MI HERENCIA, UNIDO A TI, JESUS, DARME A LAS ALMAS.

Pero... es mejor que abandones mi pobre texto. Adéntrate ahora en lo profundo de tu ser y evoca aquellas frases que estuvieron a punto de hacer cambiar el rumbo de tu vida o que quizás lo cambiaron. Después de nuevo, continúa tu lectura pausada.

De gran provecho pueden ser las jornadas de tu retiro por enfermedad. Y en adelante, no pierdas la buena costumbre de la lectura serena. Y lee con intimidad interior en Navidad, junto al Belén, contemplando la "debilidad" de quien hizo el sol, la luna y las estrellas.