Reflexiones desde la debilidad

La cantante no tenia miedo

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Un temporal furioso amenazaba el yate de recreo en el que viajaba por placer la famosa cantante Barrientos. Todos se encontraban sobrecogidos, llenos de angustia. Todos, menos ella. Al fin pasó la tormenta y los ánimos quedaron distendidos. Le pregunta entonces una amiga si había tenido miedo. La Barrientos contestó:

  • ¿Es que se soluciona algo con el miedo?"
  • Quisiera que esta "salida" se grabara en tu alma, enfermo querido. Las preocupaciones de nada sirven; a nada conducen. Eso sí: aumentan el mal y a veces crean la misma enfermedad. Por supuesto, - como decía un compañero de fatigas- "quien se preocupa sufre antes de sucederle el mal, y cuando le ocurre; por partida doble." La preocupación es una manera de aumentar el dolor de forma absurda.

    Un raciocinio elemental impulsa a aborrecer el ansia ante el riesgo ¿Qué necesidad tenemos de torturas sicológicas?

    "¡Ay, - me decía en cierta ocasión un enfermo- no sé qué va a ser de mi mujer y de mis hijos, si tengo cáncer... todavía ellos son muy pequeños! ¿Cómo van a salir adelante?"

    Muchas soluciones se me ocurren como respuesta, pero ninguna igual a la del mismo Jesús: "No os inquietéis por el día de mañana... Bástale a cada día su afán". (Mt. 6,34) Así: claro, contundente, sin remilgos. Disciplinar nuestra inteligencia y acomodarla al Evangelio.

    - Si muero, ¿mi familia...?

    - "Mirad los cuervos no siembran ni cosechan, ni tienen despensa ni granero y Dios los alimenta; ¿cuánto más valéis vosotros que un ave? (Lc. 12,24)

    - El más allá, el más allá debe preocuparme, - decía una persona, cuya vida estuvo siempre iluminada por la fe.

    - Pues ni siquiera el problema trascendente de la existencia ha de ser objeto de nuestra angustia.

    "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura".

    Y descansar en los brazos del Padre. El es dueño de la vida y de la muerte. El la esperanza de nuestra futura resurrección. ¿Por qué angustiarnos si nos aguarda Jesús a la otra orilla? Vivir con los ojos bien abiertos; sin pretender engañarnos. Alegres. Estamos en los brazos del mejor de los padres. Morir tranquilos en su regazo.