Reflexiones desde la debilidad

Humos en la cocina

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Es una escena corriente en la vida diaria: la mujer está preparando la comida. Poco a poco los aceites, los vapores de cazuelas y pucheros, van llenando el recinto, pero la cocinera apenas lo advierte. A veces tan sólo un ligero malestar.

Viene de la calle el marido. Y, lo primero, se dirige a la ventana; la abre. El aire fresco de la calle alivia en pocos segundos la situación. El humo sale, y nuestra cocinera respira ahora con normalidad.

Algo parecido nos ocurre a todos cuando nos encontramos enfermos. A ti también, paciente que me lees.

Encerrado en tu soledad, no adviertes el acervo de pensamientos negros, miasmas salvajes que ahogan tu espíritu. Ojalá estas líneas llegaran a ser el hermano, el amigo que penetre en tu alma y abra de par en par la ventana de tu vida interior.

Es muy sencillo dominar las imágenes negativas de nuestro entendimiento. Basta sólo advertir su presencia, ser conscientes de que han entrado en nuestro castillo íntimo. No juzgues nada, ni te reprendas. Obra como si estuvieras observando en otra persona. No pretendas nerviosamente desechar estos humos tóxicos. Sólo mirarlos, ser testigo de ellos. Los gases se desvanecen por sí mismo. Salen al exterior en poco tiempo. Haz la prueba y repite este ejercicio varias veces al día. Siempre que tomes conciencia de tus pensamientos negativos.

¡Cuántas ideas divinas dejan de entrar en nuestra morada porque nosotros permanecemos encerrados en búnker hermético! Es necesario abrirse. No espantar con el humo pegajoso de nuestra imaginación las inspiraciones continuas de Dios.

Pretendemos adquirir paz empleando tan sólo la terapia de la distracción externa: ver películas o concursos de televisión. Con esto tan sólo aplazamos, damos una tregua a nuestros pensamientos negativos. Estamos drogándonos con el opio de la imagen.

Tú, amigo, reacciona. Se vive solamente una vez. Y es preciso disponer el alma para que ella actúe la gracia de Dios.

¿Por qué no tomas de vez en cuando en tus manos el Nuevo Testamento? Mira lo que nos dice San Pablo: "Sabemos que si la tienda terrestre en que habitamos se deshace, tendremos un edificio de parte de Dios, una casa no hecha por manos de hombre, eterna, en los cielos."(2 Cor.5,1)

¿Para qué engañarnos con la segunda vivienda en la montaña o en la playa?

Cuaresma 1999. Buen ejercicio la enfermedad ofrecida a Dios como purificación interior. Aire fresco y renovador en nuestra existencia cristiana. Así escribía un amigo en los umbrales de este tiempo santo: "Ahora estaré "ausente" una temporada. D. m. me operan de nuevo el día 17 de febrero. Me encuentro tranquilo y confío en el Señor, pues estamos siempre en sus manos y esta vida es un paso con muchos altibajos. Ese día es miércoles de ceniza y comienzo de la cuaresma. Me digo a mí mismo: en cuaresma buscamos penitencias y sacrificios. ¿Qué mejor penitencia que una de este tipo impuesta por la vida misma, querida por Dios. Sé que me acompañas con la oración. Gracias. También te tengo presente ante el Señor."

¿Enfermedad? Realidad dolorosa, altamente purificadora. "Por eso no desfallecemos, sino que mientras nuestro hombre exterior se corrompe, nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues por nuestra ligera tribulación nos prepara una mansión eterna de gloria incalculable."(2 Cor. 4, 16-17)

¿Qué mejor segunda vivienda podemos pretender? ¡Nada! Que hemos echado el humo de la cocina, y por la ventana ha entrado un aire tan limpio y fresco de la cuaresma que nos ha dado la gran alegría de nuestra segunda y definitiva morada.