Reflexiones desde la debilidad

¿Hay que olvidar?

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Hace unos años moría en mi colegio un muchacho en circunstancias las menos sospechosas de imaginar como tránsito de esta vida: durante un partido de fútbol. Jugaba el chico de portero. Y apenas tuvo que realizar ningún esfuerzo durante la disputa. Era un sábado por la mañana. De pronto cae Paquito al suelo sin que nadie le empujara. Piensan que se trata de una lipotimia y lo llevan a la clínica, próxima al Centro Docente. Nada pudieron hacer por salvarle la vida; el corazón se le había roto.

Los chavales se agrupaban en corrillos para comentar el triste suceso. El monitor pregonaba a los cuatro vientos:

- Muchachos, ¡hay que olvidar! ¡A moverse!

¿Tendría razón quien propinaba estas recomendaciones? ¿De verdad conviene borrar de la memoria algo que todos los días presenciamos, el paso de la gente hacia la vida eterna?

Un lema de muy bueno elegido por la Pastoral de sanidad fu éste, "El bien morir". Confieso que me causó un poco de extrañeza, cuando lo oí por primera vez. Mas lo he tenido muy presente desde entonces en mis meditaciones e icluso cuando escribo, como ahora, algo para el mundo del dolor: ¡El bien morir! Con el correr de los años, la idea me va resultando familiar. Es más, me ayuda a asumir la realidad en toda su hondura cristiana: morir con Cristo y resucitar con El.

¿Olvidar el tránsito de esta vida? ¿Quién resultará tan insensato que llegue a desechar de su memoria la estación de destino cuando viaja a su nueva residencia?

No tenía mucha razón el monitor de mi colegio. ¡Bueno; eso sí!: no conviene obsesionarse con el tema. Pero aquello de relegar al baúl de los recuerdos un asunto tan trascendente... Los cristianos cogemos al toro por los cuernos. Por algo nos decía San Pablo: "Dígoos, pues hermanos, que el tiempo es breve. Sólo queda que los que tuvieren mujer, vivan como si no la tuvieren; los que lloran, como si no llorasen; los que compran, como si no poseyesen." (1 Cor. 7,29-30)

Así debemos mirar la vida: como un paso. Esa es la verdadera sabiduría. Y no sólo para quienes estamos enfermos; también para los que gozan de buena salud. Porque nuestra existencia en este mundo es como un relámpago comparado con la eternidad.

Me he puesto muy serio con este dichoso tema de la muerte. Y mi temperamento es más tranquilo y alegre. Pero, ¡qué caramba!: La seriedad no está reñida con la alegría. Así no lo afirmaba un maestro, muy serio él, pero con gran sentido del humor. Y la experiencia me va diciendo que aquel educador tenía razón; más que el monitor del colegio de mis años maduros.