Reflexiones desde la debilidad

Enfermedad, premio gordo

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

No estoy loco al escribir este título. No es un juego de palabras. Los hechos cantan.

Cuando a alguien le toca la lotería, todo el mundo le felicita... ¡y le envidia!

Cuando a otro le "cae encima" la enfermedad, los amigos le visitan, le engañan "piadosamente", le compadecen.

Mas con frecuencia tropezamos con hombres y mujeres ejemplo de vida cristiana.

Así me escribe un amigo con un historial de más de diez años de silla de ruedas: "Estoy contento; desde la marginación, la soledad y el dolor, Dios salió a mi encuentro e hizo el prodigio de que no le cerrara la puerta. Y cuando a Dios se le deja entrar, El solo hace el milagro cotidiano de la paz del corazón, sea en la salud o en la cruz. Su presencia se nota en la verdad y ésta se pasa a todas las virtudes, ya que todas son trasunto de la verdad."

El Señor suele dar más alegría en la desgracia humana que en la misma riqueza o salud. Pero es preciso aceptar. Abrazar la voluntad de Dios. Y a la vez luchar para conseguir la salud con decisión. Jamás el derrotismo.

Hace poco más de un año pasaba de este mundo a la eternidad el Padre Isidro, hombre sencillo cuanto cabe, benedictino e intelectual, prior del Monasterio de Estíbaliz en Alava. Durante quince años lo tratamos, verano tras verano. El nos acogía con cariñosa hospitalidad en los días de nuestro retiro. El pasado mes de agosto no se encontraba en el convento; había volado. Y me llenó de admiración y ¿por qué no decirlo?- de santa envidia, algo que sobre él escuché:

- "En algunas ocasiones, mientras el sarcoma devoraba su salud, decía el P. Isidro: el tiempo de mayor provecho espiritual para mi alma es ahora, cuando la enfermedad se prolonga y no veo síntomas de curación. Ofrecía su dolor por el fruto de las obras apostólicas diocesanas."

Es hora de que vayamos aprendiendo a cambiar nuestros criterios. Asimilar aquello de: "Dios escribe derecho con líneas torcidas". Y no se trata de un invento de ahora. Ya Pablo exclamaba: "De mí mismo no me gloriaré si no es de mis flaquezas". (2 Cor. 12,5) "Jamás me gloriaré a no ser en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo." (Gal. 6,14)