Reflexiones desde la debilidad

El tren y la voluntad

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Hace pocos días viajaba yo en el tren por la provincia de Lugo hacia Madrid. El vagón se encontraba casi solitario, y me acerqué a un sacerdote ya mayor para charlar un rato con él. Fue aquélla una de las conversaciones más interesantes de mi vida. El presbítero, hombre de gran cultura y exquisita amabilidad, se animó en el diálogo y, al cabo, terminó por manifestarme lo que, sin duda, llevaba en lo más profundo de su corazón:

-"Marcho a La Coruña a pasar la última revisión médica. He padecido un cáncer de estómago irreversible - me mostró los papeles- y ahora estoy curado por completo."

Le pregunto entonces un poco ex abrupto: -"¿Milagro?" - "No me atrevería a decir tanto. Pero cuando me enteré del diagnóstico tan amargo, acudí a una persona con gran fama de santidad, de esas almas privilegiadas que por desgracia quedan pocas. Mi intención era encontrar paz para el paso definitivo de la vida, pero ella me anunció categóricamente: "No se preocupe. Pronto curará." Y así ha resultado. Me intervinieron quirúrgicamente. Han pasado ya cinco años. Los mismos médicos no se lo explican. Y aquí me tiene."

No vamos a entrar en planteamientos de si se trata de un verdadero milagro no. También la naturaleza propia dispone de grandes resortes. Dios, amigo enfermo, te ha dotado de unas facultades interiores, inteligencia y voluntad, que utilizadas a tope, pueden constituir una gran fuente de energía, capaz de curar una enfermedad grave o de guiarnos por los caminos de la perfección. Todo está dentro de aquello tantas veces oído: la gracia actual, la Providencia. ¡Si vigilaras tu interior con paz, poco a poco tu voluntad sería dueña de la inteligencia y ésta enviaría a tu persona la energía que necesitas para sanar en el alma o en el cuerpo. ¡Tal vez en las dos!

Saber luchar. No enterrarse en tristezas y pesimismos estériles. Estamos en manos de Dios y Él quiere que pongamos todo lo posible de nuestra parte para obtener la salud. Sin preocupación. Con gran paz.

Y podrás decir desde el fondo de tu corazón con San Pablo: "Muy gustosamente, pues, continuaré gloriándome en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por lo cual me complazco en las enfermedades, en los oprobios." (2 Cor. 12,9)