Reflexiones desde la debilidad

El toro, que te sigue el toro

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Seguramente que más de una vez has soñado esta pesadilla desagradable: marchas solitario por un camino y oyes el ruido de pisadas fuertes y rápidas. Vuelves la cabeza. Ves a un toro que te sigue furioso. Echas a correr, pero compruebas, impotente, que la distancia entre la fiera y tú se acorta. Entonces optas por pararte, cerrar los ojos, y todo el peligro desaparece de manera tan ingenua.

Por suerte, en la vida real no suele ocurrirnos circunstancia tan enojosa y terrible. Por desgracia, cuando en el acontecer diario nos sucede algo malo, no solucionamos el evento escondiendo la cabeza debajo del ala o cerrando los ojos.

Ahora te ha llegado el momento real de la enfermedad, de la operación inminente, de los achaques de la edad madura. No te lamentes pensando: ¿por qué a mí? Y si durante algunos días has dado pábulo a la depresión, reacciona.

Existen métodos psicológicos para enfrentarse a la dura realidad con serenidad y calma. Ejercicios de respiración controlada, relajación, descender a los niveles alfa.

Un amigo mío hubo de someterse a una operación delicada. Me confesó que tenía mucho miedo. Cayó en sus manos un libro titulado "El camino de la libertad". Aprendió con su ayuda a descender a los niveles alfa. Me lo explicó. Lo hacía de una manera muy sencilla: colocarse sentado, ojos cerrados y manos sobre las rodillas, muy relajado, respiración serena. Pensaba entonces cómo la mano derecha se elevaba hasta el centro de la frente, pero no forzaba el movimiento. Repetía esta imagen veinte, treinta veces, con gran paz. Hasta que de verdad, y sin colaboración de la voluntad, la mano derecha llegaba hasta el centro de su frente. Después, se contemplaba a sí mismo, como en una gran pantalla grande, en el quirófano. Se veía tranquilo, sereno, sin ningún temor o zozobra. Veinte días más tarde llegó la intervención. Para él no resultó traumática. Fue un episodio de su vida lleno de interés e incluso enriquecedor.

Dios ha dispuesto en su Providencia una serie de recursos que merece la pena utilizarlos.

Por si fueran poco los puramente humanos, disfrutamos de la fe, de la fuerza de la Eucaristía, de la confianza en la Providencia del Padre. Merece la pena luchar. "Todo lo puedo en Aquel que me conforta." (1)

(1) Fil. 4,13