Reflexiones desde la debilidad

El me mira, y yo le miro

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Leía en la Vida del Santo Cura de Ars una anécdota que siempre la he recordado, y me ha servido de mucho en ratos de oración y también en momentos próximos al aburrimiento:

Un anciano permanecía largo tiempo en el primer banco de la iglesia. Delante de él, el Sagrario., iluminado por lamparilla de aceite y adornado con un ramo de flores silvestres. Juan María Vianney, el sacerdote santo, le pregunta en una ocasión:

- ¿Qué haces tanto rato quieto en la iglesia, junto al sagrario?

El anciano responde:

- Yo le miro y El me mira.

Desde niño, yo había escuchado muchas veces la historia del labriego jubilado de Ars. Y a fuer de sincero he de confesar que en mis años infantiles no lograba comprender cómo es posible permanecer horas enteras en la iglesia solitaria, o en la butaca de un hogar silencioso sin morirse de aburrimiento. Ignoraba aquello de la contemplación.

Hoy las cosas van cambiando para mí.

Comienzas, querido enfermo, por aficionarte a los libros de espiritualidad: biografías de personas santas, la Biblia, la Imitación de Cristo, los grandes místicos, y mil otros de la antigüedad y de los tiempos presentes, que en sus anaqueles nos ofrecen las editoriales clásicas.

De vez en cuando cierras el libro y bajas los ojos. Con el tiempo no apeteces tanto la lectura cuanto rememorar algo de lo mucho que has leído. Y cada vez necesitas menos del pasto literario; pero no lo abandonas. Comienzas a encontrarte a gusto a solas con Dios. Lo has comprobado, o pronto lo experimentarás.

Habla con un sacerdote. El te recomendará otros libros distintos a las novelas. Tu vida entonces comenzará a cambiar.

Ignacio de Loyola transformó su existencia durante una enfermedad larga, después de caer herido en Pamplona. Sus horas no resultaban tediosas. Abandonó los libros de caballerías y dedicó todo su tiempo libre a la lectura de vidas de santos. Su existencia después de unos meses quedó transformada.

¡Bendita enfermedad, cuando ella hace cambiar el rumbo de mi historia hacia metas de amor a Dios y al prójimo!

Después de la lectura queda mucho tiempo para la reflexión: como el anciano jubilado de Ars. Pensar en Dios, amarle, contemplar su bondad sintiendo su presencia. ¿Cómo nos acogerá Jesús en la otra vida? El Juez, nuestro gran amigo.

La convalecencia de la enfermedad puede así resultar una etapa definitiva de nuestro camino hacia Dios.

Y podemos decir con San Pablo: Si sufrimos con El, con El reinaremos" (2 Tim. 2,12). De eso se trata en todo momento: enderezar nuestro camino hacia la Patria.