Reflexiones desde la debilidad

El descabello, en los toros

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística               

     

Con relativa frecuencia aflora a mi memoria un suceso de los años infantiles. Eran las fiestas de mi pueblo. Acudíamos los niños a una espectáculo taurino - cómico. Se llamaba "El Empastre". El novillo que lidiaron no terminaba de doblar. El matador le hincó el descabello con tan poca destreza que el animal con un impulso de testuz lo despidió hacia el tendido. Aquella tarde se cubrió de luto. El verduguillo, volando por los aires, penetró en la frente de un muchacho, causándole la muerte. Un suceso lamentable. Pero lo que más se grabó en mi alma fue este comentario de un hombre sin corazón:

- "Yo vi pasar por encima el descabello. Tuve tiempo de detenerlo con mi chaqueta, pero no quise. ¿Quién me iba a pagar la americana?" Y se quedó tan ancho.

No me siento proclive a contar testimonios tan negativos. Si alguna vez lo hago es para mostrar mi rechazo hacia actitudes egoístas e insolidarias. Es necesario desenmascararlas.

Hay quienes huyen del lugar del accidente o del incendio para no complicarse la vida con declaraciones posteriores. ¡Los pecados de omisión! El mundo estaría mucho mejor si cada uno de nosotros pusiera su grano de arena para ayudar al débil, al enfermo o indigente.

Un propósito bueno para esta semana sería escribir en una hoja de papel cosas muy positivas que podríamos realizar con un pequeño esfuerzo en relación al marginado, al pobre o al enfermo. Seguro que en pocos minutos saldrán más de diez posibilidades.

Nos parece que somos buenos porque rezamos por la paz de alguna parte del mundo, y desembolsamos diez mil pesetas en un acto de generosidad. Decía un santo místico: "Si un día estás en éxtasis y un pobre te pide limosna, debes bajar del éxtasis y ayudarle." En este mismo sentido dijo una madre superiora a la hermana enfermera que marchaba a rezar a la capilla: "deje ahora de rezar por el enfermo y permanezca en su cabecera. Allí está la voluntad de Dios."

No se trata de minusvalorar la oración. Todo lo contrario. Si rezáramos más y mejor, conseguiríamos de Dios mayor fuerza para amar a nuestros semejantes. San Vicente de Paúl - hombre de verdad enamorado de Dios y gran orante- solía decir: "Abandonar a Dios por el prójimo". Y tal vez pudiéramos modificar esta frase célebre de esta forma: "Continuar tratando con Dios en nuestro prójimo." CUIDAR AL ENFERMO, CONSOLAR AL TRISTE, VELAR POR QUIEN NADIE SE PREOCUPA.