Reflexiones desde la debilidad

Dios aprieta pero no ahoga

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

No hace mucho tiempo escuchaba las quejas de una mujer que asistía a los últimos momentos de un familiar: "¿Cómo Dios puede permitir tanto sufrimiento? ¿Ya merece la pena vivir?" Y aparecía esta persona angustiada. Como si no existiera una respuesta posible a aquella situación.

De seguro: estas mismas preguntas te las has formulado tú más de una vez. Merece la pena buscar soluciones antes de que ocurra en nuestras vidas lo que hemos convenido en llamar "desgracia". "Dios aprieta, pero no ahoga." Así nos decía mi madre cuando nos quejábamos de sinsabores y molestias infantiles.

Esta respuesta tan sencilla y primaria - he de confesarlo- en más de una ocasión me ha servido de estímulo y fuerza para aguantar. "Dios aprieta, pero no ahoga", significa en lo humano esta frase de la Escritura: "Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla." (1)

Con frecuencia muerde en nuestro corazón el temor, la angustia, la preocupación y la duda ante el futuro o el presente de la enfermedad y el dolor. Y es necesario plantarle cara con unos criterios sanos y dignos a la luz de nuestra fe.

A ver si te tranquiliza un poco este raciocinio: - Dios existe. Y Dios no puede ser malo. Y sería malo si, después de haber puesto en lo más íntimo de nuestro ser el deseo de felicidad y el deseo de inmortalidad, permitiera que, aun siendo buenos, jamás pudiéramos saciar estas legítimas aspiraciones de nuestros corazón.

Y la realidad es que el dolor y la muerte nos invaden. Luego a la fuerza ha de existir algún lugar donde puedan satisfacerse estas tendencias irrenunciables de todas las personas.

Dios sólo quiere que te fíes de El. Y después mirar la cruz. Quienes confesamos que Jesús es el Hijo de Dios, no podemos dudar angustiados. El nos precedió en el dolor y en la muerte, pero también en la resurrección. Y si todavía no se calma tu espíritu, acude con fe a la Eucaristía. Y ante la operación quirúrgica, la enfermedad y el riesgo de la misma muerte pronuncia con firmeza lo que decían a aquellos hombres bravos antes de entrar en combate: "Si has de entrar en peligro, comulga antes. Quien a Dios lleva dentro ¿a la muerte podrá temerla?"

(1) 1ª Cor.10,13.