Reflexiones desde la debilidad

Cuentan de un sabio

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

¡Qué gracia nos hacía de pequeños leer los famosos versos de Calderón de la Barca de "La vida es sueño", sobre los sabios. Todavía, creo, los retengo en mi memoria. A ver:

"Cuentan de un sabio que un día

tan pobre y mísero estaba,

que sólo se sustentaba

con las hierbas que cogía.

- ¿Habrá otro, entre sí decía,

más pobre y triste que yo?

Y cuando el rostro volvió,

halló la respuesta viendo

que otro sabio iba cogiendo

las hierbas que él arrojó."

De modo parecido se suele animar el enfermo, cuando ve a otro más tullido que él mismo:

- "El que no se consuela es porque no quiere."

- "Mal de muchos, consuelo de tontos."

Mi madre me solía decir: "En el hospital cada uno se queja de su mal."

Cuando nos encontramos enfermos buscamos alivio como sea: compasión, desahogo, medicinas, comparación con otros. Tal vez nos refugiamos en la soledad sin querer saber nada con nadie.

A veces, los sanos pretendemos dar aliento a un amigo postrado en el retiro de su dolencia, con frases cliché no demasiado inteligentes, pero buenas para salir del paso:

- "Ya verás cuando llegue el verano qué bien te pones." Y sabemos de seguro que el estío no llegará para él.

Nos resulta como imposible entrar en el terreno sobrenatural. ¿Por qué no tomamos el toro por los cuernos? Elevarnos. Llevar, si es necesario, como ayuda el Nuevo Testamento. Leer, junto al amigo o familiar enfermo, alguna cosa relacionada con el dolor o las curaciones de Jesús. Comentarlo un poco. El afectado por un mal agradece todo consuelo. Y la gracia de Dios puede actuar en su alma. Si tú, enfermo, lees estas líneas que siguen, medítalas con toda tu fe: Dios nos envía el sufrimiento no para incordiarnos. Sería indigno de un Padre. Nos lo manda para elevarnos hacia sí; para despojarnos del apego a lo temporal y purificarnos. El nos ofrece la eterna dicha. Hay que preparase para ella de esta manera: con la aceptación de su voluntad. El Señor nos espera con los brazos abiertos. ¡Animo!