Reflexiones desde la debilidad

¿Compartimos la experiencia?

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Hace algún tiempo sufrí gripe de las malas. De aquellas que hacen reventar el termómetro y dan pesadillas nocturnas. No la deseo a nadie. Pocas veces lo pasé peor estando enfermo. La fiebre y la desazón producida por el choque de las medicinas a las que tenía alguna alergia (¡cómo habrá quien tome drogas por capricho!), hicieron en mí que perdiera cualquier apego a la vida presente. Si me hubieran dicho entonces que me visitaba la "hermana muerte" habría sido una liberación.

El instinto de sobrevivir tiene sus límites. Y el hombre, en determinadas circunstancias, pierde sus ganas de luchar por la existencia.

Tal vez habiendo vivido este tipo de experiencia no resulte tan duro morir. Pero -decía mi madre- "¡lo que hay que sufrir para llegar a las puertas de la eternidad!" Sí; el malestar, la decrepitud son las pruebas amargas con que Dos nos va purificando de la escoria acumulada durante nuestra existencia. Es duro y cuesta arriba, pero ¡qué necesario para conseguir encontrarnos definitivamente con el Señor!

Lo importante es mantener siempre el contacto con Dios, la amistad con El. Porque en los momentos aciagos de la enfermedad, contento si conseguimos aguantar. ¡Como Cristo en la cruz!

Lo bueno de mi experiencia fueron estas enseñanzas prácticas para el resto de mis días.

Desde ahora rezo mejor el Ave María. Con qué sentido pronuncio las palabras: "Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte." Juzgo ya la vida presente como algo pasajero a punto de acabar. Aunque me quedaran cincuenta años, sería un relámpago frente a la eternidad.

- Me preparo a diario con alegría a morir bien. Cada jornada constituye un regalo de la misericordia de Dios.

- Veo desde entonces en mí una exigencia de hacer algo por los demás. No puedo ya despreciar el tiempo presente.

Mi enfermedad, aunque corta, fue una bendición de Dios. Lección dura, sí, pero eficaz. ¡De qué forma tan distinta veo ahora la vida!