Reflexiones desde la debilidad

Colaborar con el médico

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística               

     

Poco a poco va cambiando la mentalidad en los pacientes y en los médicos. Hace treinta años a ningún sanitario se le ocurría decir a los enfermos: "Tiene usted cáncer." Era necesario para poder hacerle esta afirmación que el paciente lo pidiera, que el doctor conociese sus disposiciones psicológicas y previera una reacción positiva. De lo contrario, lo manifestaba tan sólo a los familiares.

Hoy gran número de síndromes cancerosos tienen remedio: en muchos casos resulta necesario que el enfermo colabore con el médico para conseguir una eficaz recuperación. De ahí viene que modernamente se haya roto el tabú del cáncer y sea frecuente escuchar de los propios labios del enfermo el mal que lleva consigo. Todo con la finalidad de lograr lo mejor para el hospitalizado: la curación.

Parece excelente, pero, amigo, esta vida no es la definitiva. Es un paso, un viaje hacia la eternidad. Pienso que esta idea se nos debiera meter hasta lo más profundo del alma. Lo contrario sería permanecer en el engaño y disfrutar con fantasías.

Es necesario estar en contacto con Dios durante esta marcha hacia Él. Es la realidad: cuando una persona colabora con el médico, con mayor facilidad se obtiene la curación. Y si adecuamos nuestro obrar a la acción de Dios, iremos preparando poco a poco nuestra morada definitiva. Allí nada puede entrar manchado, nada imperfecto, nada enfermo. Los dolores de esta vida nos purifican; la enfermedad nos quita los apegos. Es preciso elevarnos de la materia y poner toda nuestra esperanza en Dios. El gran médico de las almas sabe mejor que nadie lo que nos conviene. Por eso, si después de haber hecho todo lo posible para obtener la salud, no la conseguimos, nunca desalentarse. El Señor sabe mejor que nadie qué es lo mejor para nosotros.

El alpinista se fatiga en la ascensión de las cotas más altas; sufre mucho tan sólo por la esperanza de alcanzar cimas por poca gente conseguidas.

El cristiano sabe que los padecimientos de esta vida "no tienen comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros". Esto le enardece y entusiasma y le alienta a colaborar con Dios. De nada nos sirve por otra parte el protestar. La aceptación sencilla de la realidad, venida de las manos de quien sabemos nos ama, además de favorecer la paz y alegría interior, purifica al alma para llegar a la Patria limpios de adherencias humanas. Allí todo será alegría sin fin