Reflexiones desde la debilidad

Ciento siete años de un hombre santo, el Padre Nieto

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Nieto. ¡107 años tendría ahora! Tal vez sepas ya quién era este hombre: uno de los mayores santos de los últimos siglos - según opinión de muchos -, sin que con ello queramos prevenir el juicio definitivo de la Iglesia. Su causa de beatificación sigue adelante.

¡El Padre Nieto! Cuántos recuerdos suscita en millares de personas de España y América. Sus grandes amores fueron: La Eucaristía, los pobres y enfermos, los seminaristas. Ejerció como director espiritual de la Universidad Pontificia de Comillas durante cuarenta años largos.

Era proverbial la entrega a los enfermos. En una ocasión en 1943 visitaba a un paciente, estando él mismo tan indispuesto que ni podía mantenerse en pie. Se caía literalmente. Y hubieron de ayudarle a retirarse a su residencia.

Estamos en la postguerra: Matías Morán, novel jesuita, dirigido del P. Nieto, se encuentra muy grave. Le cuesta aceptar la realidad. No puede hacerse a la idea de que se le aproxima la muerte. Ante esta situación nuestro santo no anda en chiquitas. Ni corto ni perezoso le espeta estas palabras que suponen heroicidad habitual: "Carísimo: pídele al Señor que me dé a mí esos dolores y enfermedad y te deje libre a ti." Nieto desea abandonar esta vida para encontrarse junto a Dios.

Situaciones como ésta se repetirían muchas veces en la vida del Padre. Nieto estaba convencido de que la cruz y sufrimiento eran una predilección de Dios.

Cuando en 1933 asistía a bien morir a un hermano de la Congregación, escribió a sus padres: "¡Qué dulce es morir como ha muerto vuestro queridísimo hijo. Varias veces le dije que le cambiaba la suerte."

No todos llegarán a comprender la lógica de este hombre santo. Apreciaba la vida y las fuerzas del cuerpo para gastarlas por Cristo. Todo su poder lo sacaba de la Eucaristía. Cuando él mismo fue operado en el hospital de Valdecilla, cometió la imprudencia (para nuestros ojos humanos) de levantarse muy pronto a fin de celebrar la Misa. Los médicos hubieron de advertirle. Pero él contestó: "Es que por una Misa yo doy la vida."

No temía la muerte. Cuando lo introdujeron en el quirófano, estaba convencido de que moriría y su despertar sería en el cielo. Estaba feliz. Al verse de nuevo en la tierra, comenzó a llorar. El médico aseguraba: "He visto a muchos llorar porque se morían; pero a ninguno por no haber muerto."

Vamos a unirnos todos en oración: enfermos, personal sanitario y amigos, para que por intercesión del P. Nieto, surjan cada vez más personas de gran santidad que ayuden a los enfermos con el espíritu de este gran apóstol de los tiempos modernos.