Reflexiones desde la debilidad

Antes de navidad

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Este año he recibido muy pronto una felicitación de Navidad: un mes antes de que llegara la fecha. Era de un hombre mayor, enfermo, y lleno de fe y optimismo. Cuando he leído su carta se me ha ocurrido pensar: ¡Cuánto bien pueden hacer algunas personas con la correspondencia epistolar! Consiguen animar en el espíritu a antiguos compañeros y amigos mayores, y también a gente joven, con la profundidad de su fe y la experiencia realista de la vida.

A mí me van a servir de puntos de meditación bastantes ideas que mi amigo ha plasmado en su larga misiva: "Me agrada meditar una y mil veces el eterno "Principio y Fundamento" de los Ejercicios de San Ignacio. El gran problema del hombre que se siente impulsado a buscar lo de arriba es cómo hemos de usar de los inmensos bienes y "males" que el Señor nos suele enviar diariamente. Yo entiendo que aquí reside toda santidad a que estamos convocados. Mi actitud frente a los problemas que nos rodean tiende a ser (por lo menos en mi intención): usar las cosas y acontecimientos como algo que nos viene de la mano de Dios. Intentar conocer con la luz de la fe lo que Dios quiere de nosotros; procurar revestirme de un fuerte espíritu de sacrificio, sin el cual, como agua desparramada, todo se irá al traste."

Cuando leo y releo estas líneas, me digo: qué buena meditación me ha mandado mi amigo para la Navidad. Tengo que huir del consumismo, de la pereza, del ansia de manjares exquisitos. Así lo intenta uno que sabe más que yo de la vida.

¿Triste la Navidad para el anciano o el enfermo? Nunca. Todo viene de la mano de Dios; lo acepta con gratitud, porque sabe que Dios es Padre y quiere nuestro bien.

El enfermo y el anciano, además de la oración y el sacrificio que ofrece, puede transmitir su fe a otros en conversaciones y en cartas. Dispone de más tiempo que los demás, y aprovecha los dos meses anteriores a las grandes festividades cristianas, para recordar a los amigos, parientes y conocidos cosas que siempre pueden servir para provecho espiritual.

Amigo, escribe tú cartas si puedes. Cuenta cómo vives tu experiencia de fe en la enfermedad. A buen seguro que más de uno se animará a mejor servir a Dios.

Transmitir la fe a otros; aprovechar la Navidad para ello. A veces, una felicitación hecha con corazón cristiano puede producir mejor efecto que la más pingüe cesta de regalos. Jesús se nos dio en la debilidad. Podemos con él, a través de nuestra propia debilidad, sembrar fortaleza.