Reflexiones desde la debilidad

Alégrate

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Tengo un amigo muy anciano. Siempre lo veo sonriente, acogedor. De nada se queja. Todos son buenos para él.

Un día me dijo esta frase llena de serena alegría y esperanza: "Poco me queda en esta vida. No puedo permitirme el lujo de perder el tiempo."

Y mi amigo vive feliz. Reza mucho. Ayuda en lo que puede. Anima a cuantos le visitamos. Contesta fielmente a todas las cartas que recibe. Mi amigo ha logrado entender la vida.

Enfermo querido, ¡alégrate!, ya sea tu caso una gripe pasajera o enfermedad crónica. Pero alégrate en el Señor.

No pierdas el tiempo en lamentaciones estériles. Si lo necesitas, desahógate alguna vez con persona de tu confianza, pero no busques la compasión. Dios es Padre y te va conduciendo hasta la Patria del Cielo. Acepta el paso de esta vida hacia Dios.

Las dolencias físicas o sicológicas resultan duras, pero te van curando de esa otra enfermedad que todos llevamos dentro: el apego al placer sensible. Estás dentro de la fragua del sufrimiento. Pero no temas, Dios te quiere y prepara tu alma para los gozos eternos.

¿Que falta poco? ¿Que se acerca el final del recorrido? ¡Mejor! Puedes decirlo sin ningún recelo. Pero no pierdas ni un minuto. Todavía queda algo que purificar. Todavía queda mucho que amar.

Si en algunos momentos sientes que decaen tus fuerzas, que te embarga al tristeza, que no puedes resistir, procura serenarte respirando con calma y profundamente; no violentes tu pensamiento; date cuenta de todos los movimientos de tu imaginación: como si se tratara de una persona distinta. Así conseguirás paz interior. Después, colócate confiado en los brazos del Padre. Y dile: Hasta cuando quieras, Señor. Pero aguárdame en la otra orilla. Dame tu mano.

Santa Teresa de Jesús, al escuchar las campanadas del reloj solía decir: "Una hora menos para llegar a Dios; una hora menos para gozar de Dios en la eternidad.