Reflexiones desde la debilidad

Alas para volar

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística               

     

Tengo en mis manos un retazo de la carta que hace algunos meses escribía un señor a quien hubieron de amputar ambas piernas, como única solución para sobrevivir. Así se expresa:

"Hace nueve meses que empezó mi calvario. Después de un largo viacrucis por hospitales, tuve que sufrir la amputación de mis piernas. Se adueñó de mí una gran desolación. Me costó muchas lágrimas hacerme a la idea. Me veía como un trasto inservible que sólo podía moverse a voluntad de los demás. Es difícil descubrir la amargura que sentí cuando estaba postrado semana tras semana en la cama del hospital. Creí que la sonrisa se había borrado para siempre de mi boca." Gregorio.

Cuando leemos una carta de un ser humano, dotado de la misma sensibilidad que cualquiera de nosotros, nos estremecemos, y no acertamos a reaccionar. ¡Un enfermo cuyo cuerpo se encuentra herido y deteriorado mientras le dure la vida! A través de su mirada, de su rostro marcado por el dolor, de sus lágrimas, desea comunicarse; parece pedir ayuda. Podemos consolarle, hacerle compañía, distraerle. Todo esto resulta útil y necesario, pero nunca será suficiente.

Tan sólo los principios emanados de la fe pueden dar la pista segura por donde ha de caminar la persona enferma crónica. ¿Qué consuelo verdadero podría tener Gregorio distinto de la fe? Porque no conseguirá ya recuperar sus piernas.

¡Somos cristianos! Hemos de unirnos a Cristo en su pasión. Con El resucitaremos. "Puesto que padecemos con El, seremos glorificados también con El." (Ro.8,7) Nuestra vida ha de tener una dimensión mística. Todos estamos llamados a vivir nuestra fe a tope; como los grandes santos. Que este ideal no es sólo para frailes y monjas de clausura.

El lenguaje de Dios es distinto del de los hombres. De vez en cuando nos pega un toquecito, una advertencia con algo que no nos gusta. Estábamos apegados a al tierra y es necesario remontar el vuelo: un accidente, una enfermedad, un cambio brusco de fortuna, son la puerta que a muchos se abre hacia la trascendencia.

Tal vez estábamos muy alejados de la relación con Dios, de los sacramentos, de nuestros hermanos cristianos. Ahora puede cambiar todo. Hemos visto a bastantes personas para quienes una de estas cosas "negativas", ha sido lo más positivo imaginable: el reencuentro con Dios a quien habían olvidado desde la juventud. Ahora todo va a ser distinto. Y podremos exclamar con Gregorio: no puedo trasladarme de un lugar a otro con mis piernas, pero me han nacido alas para volar. Una aventura distinta, apasionante. Caminar hasta el fin de mis días unido a Cristo con la mirada puesta en cuantos me rodean. No buscar la compasión, sino hacer el bien.