Confidencias a un amigo sacerdote o religioso

No siempre es mala la añoranza

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Muchas veces he oído que la añoranza el algo malo, pegajoso, melancólico, propio de personas ancianas.

Comprendo, sí, que existe una añoranza estéril. Pero otra, por el contrario es el inicio de la conversión. ¿Qué era sino añoranza lo que sentía el Hijo Pródigo?: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo aquí me muero de hambre." En seguida brotó de esta añoranza el propósito: "Me levantaré e iré a mi padre."

¿No te ha ocurrido algunas veces añorar los tiempos de tu primera conversión? A mí, sí. Y te confieso que me ha servido de mucho ayudado para seguir adelante en mi andadura hacia Dios.

El Señor nos llama por los senderos de la oración. Caminar hacia El, ganando nuevas etapas va a ser nuestro ideal cada día. Sí: es la única manera de progresar en el amor a Dios y a nuestros semejantes. Pero es imprescindible acompañar la oración con los pequeños sacrificios tanto voluntarios como aceptados (los que nos manda la Providencia). El dolor físico, las humillaciones, las privación de sencillos caprichos.

Si no avanzamos a la vez que en la oración, en el pequeño sacrificio, poco a poco caemos en la tibieza, nos estancamos e incluso se llega a aborrecer la oración. Por el contrario, la mortificación, unida a la oración, aumenta el fervor, nos va ayudando a vivir durante el día en una continua presencia de Dios, nos da esa felicidad tan difícil de conquistar en esta vida.

Leía ya hace tiempo en el Padre Nieto: -Quien desee avanzar en la vida interior e incluso ser feliz ha de tener solucionado el problema del dolor. La única manera de solucionarlo es aceptarlo, desearlo, vivirlo con Cristo en la cruz. Así piensan los santos.

A mi entender el premio de todo esto es la progresiva disponibilidad para la causa de Dios, el aumento en el amor a Dios y de Dios, el celo por su gloria, la eficacia en las obras de apostolado.

¿Te fijas? Desde hace ya varios años nuestro ideal es avanzar por los caminos de la vida interior. Jesús nos perdona sin cesar. El nos purifica, nos estimula a hacer nuevos esfuerzos y a realizar nuevos progresos en el amor.

Cuando vivimos así, nos recreamos, oramos, sabiendo que poseemos a Jesús y que somos amados de El. Y entonces la añoranza bien entendida es un nuevo estímulo para la perfección.