Confidencias a un amigo sacerdote o religioso

Las fuentes

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

A veces pienso por qué será tan dura la vida ésta. Y mucho me ha costado hallar la solución. Pero en ocasiones creo que Dios nos ha regalado con una vida llena de dificultades para que elevemos el corazón a él, practiquemos el amor al prójimo mirando a otros con unas circunstancias más duras que nosotros.

Si ponemos nuestra ilusión en liberarnos de la propia angustia, no lo conseguiremos. Nos iremos centrando en el egoísmo. Egoísta es quien suprime su amor a Dios y al prójimo y lo centra tan sólo en sí mismo. Pero no voy a quedarme de brazos cruzados cuando surge en mí la tristeza o un problema, sino lucharé con paz por salir de él. Y mientras trabajo en ello no voy a centrar mi atención en mí mismo, sino en Dios y en tantas personas dolientes. A ellas debo ayudar.

La experiencia me va diciendo: el verdadero gozo, la paz verdadera, la alegría serena nace en mí del amor de Dios. Temporadas del todo centrado en el cumplimiento de mi deber, en la oración, en la indiferencia hacia lo que me pueda suceder, me he sentido con toda la felicidad relativa de este mundo. Ni siquiera me preocupaba en ser feliz o no. Pero si me despisto y me dominan los propios intereses, no puedo decir lo mismo.

Toda la tristeza normalmente nace del amor propio desmedido. Al buscar el provecho personal, todo lo apetece para sí. El egoísta quiere en el fondo ser solo, y pretende más su provecho y honrilla que el amor y servicio del prójimo.

Beber de las fuentes de agua pura en los manantiales mismos. A veces buscamos novedades raras y queremos saciarnos de alimento en lugares nada sanos. De ahí nace nuestra insatisfacción. Yo quisiera ir juntos al mismo manantial: oración, sacramentos, lectura espiritual, bíblica, vida interior, cumplir la voluntad de Dios.

Ante Dios está nuestro corazón, el tuyo y el mío. Él ve nuestras necesidades. Él hace que nos vayamos desengañando de los placeres del mundo equivocadamente abrazados. Nos ponemos en sus manos. Él nos dará de beber de aquella agua que salta hasta la vida eterna. Vamos a dejarnos llevar a las fuentes vivas. Es el mayor gozo. Y de allí, volar, volar alto.

Me da pena ver los canarios en la jaula. Están siempre dando vueltas y con angustia. También me da pena ver a muchas personas esclavas de su egoísmo. ¡Si pudiera abrirles la puerta de su jaula dorada! Pena grande quien gasta el dinero sin ton ni son; quien vive sin otra ilusión que sus cuatro caprichos. Me da pena también de mí mismo porque muchas veces vivo como el jilguero en la jaula, lleno de necesidades innecesarias. He de buscar la salida de la cárcel dorada, donde me encuentro. Y quien mejor me puede ayudar es Dios en la oración.

Volar hacia Dios, sin los barrotes de los caprichos; beber de la abundancia de las aguas del pozo que no da más sed; entrenarme en esta vida para vivir siempre amando a Dios; animar, ayudar a todos. ¿Qué mejor plan de vida podemos desear? Si llegáramos a conocer el don de Dios... nosotros mismos le pediríamos de beber, y El nos daría del agua que salta hasta la vida eterna.