Confidencias a un amigo sacerdote o religioso

Hacia la vida mística

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Quizás, hermano, te sucederá algo parecido a mí. Tal vez según van pasando los años, notarás esta cercanía del Señor. Vamos a aprovechar esta suave llamada de Él. Vamos a ayudarnos mutuamente.

Los santos, por lo general, han mantenido el sentimiento constante de estar como sumergidos en Dios, como una esponja en el agua; fundidos en El, como dos metales en perfecta aleación. Pero esto nadie lo consigue por su propio esfuerzo. Nosotros solo podemos disponernos quitando impedimentos, deseando la perfección, practicando la oración.

A veces llegamos a esta sensación tan positiva y plena, cuando leemos un buen libro de espiritualidad. Luego desaparece. Ha sido como un aviso de Dios: Te espero más cerca de mí. Dios siempre nos está llamando a la vida de mayor perfección. Hace falta ponerse a tiro, dejarse "cazar". El Señor no se deja vencer en generosidad. Nos ayuda a pensar en El. Si lo hacemos, nos va atrayendo más hacia sí. Nos va dando un conocimiento experimental de su presencia; nos hace sentir que nos encontramos en comunicación con El. Comenzamos poco a poco a ser testigos de la presencia amorosa de Dios.

Después nos encontraremos como invadidos por su presencia en nuestra alma. Es algo imposible de expresar, pero se siente de alguna manera. Tal vez al principio lo sintamos de tarde en tarde, pero si somos fieles a Dios, El nos llevará a esta vivencia continua, que nos ayudará a ser testimonio de Dios y de su amor ante los hombres. Así lo leemos y así lo vamos intuyendo.

La paz irá inundando más nuestra alma. Y llegaremos a decir en nuestro interior como Pablo: "¿Quién me separará del amor de Cristo?" Sin embargo, la humildad más elemental y la experiencia de nuestros años pasados nos invitan a desconfiar de nosotros mismos.

Durante el período ascendente aspiramos a llegar en seguida a las cumbres. Luego el Señor nos va dejando un poco solos y pasa como a quien está aprendiendo andar en bici: en cuanto se da cuenta de que le han soltado, se cae. Y diremos con San Juan de la Cruz: "¡Ay quién podrá sanarme, acaba de entregarte ya de vero".

Estamos llamados a ir a Dios; El mismo nos invita continuamente. De mil maneras. Unas veces sentimos dentro, en lo más íntimo de nuestro ser, al Señor que mora en nuestro templo viviente; y lo percibimos de un modo claro e inequívoco. En otras ocasiones notamos su actuación en nosotros; va hermoseando nuestra alma mientras nos sentimos del todo indignos. Nos acordamos de aquellos versos del "Veni Creator":

" Visita, Señor, la mente de los tuyos. Llena de tu gracia los corazones que Tú creaste." Y el Espíritu Santo traza sobre nosotros los rasgos de Cristo